Un triunfo que se agiganta con el tiempo
- Por Calixto González Betancourt
- Hits: 5584
Hay hechos que palidecen y hasta casi se borran con el tiempo, pero, por el contrario, otros acontecimientos se agigantan con el paso de los años, para convertirse en memoria viva de los pueblos, como sucede con la victoria del equipo de Holguín en la XLI Serie Nacional de Béisbol, triunfo coronado el 28 de junio de 2002, cuyo 18 aniversario celebraremos este domingo.
Casi dos décadas después, al volver a reflexionar sobre cómo fue posible aquel memorable triunfo, resaltan cualidades del plantel Campeón: disciplina, cohesión, estabilidad y acertada dirección.
Es cierto que no era favorito y para el ámbito del país resultó una gran sorpresa. Pero no fue éxito que cayó del cielo, ni ocurrió por generación espontánea. Era una nómina que se acopló y creció por algunos años, de la mano de su mentor Héctor Hernández.
Nunca otro equipo holguinero logró mantener tal paso ganador, conjugando buen pitcheo y defensa más oportuna ofensiva. Supo aprovechar las debilidades y fallas de sus contrarios y recuperarse rápidamente de algún revés no esperado y de adversidades, a tal punto que solo tuvo un breve mal momento en ocasión de su andar por occidente.
Sin tratar las particularidades del comportamiento holguinero en la fase clasificatoria y los play off, a lo que en otras ocasiones me he referido, es justo recordar que los protagonistas o héroes de cada victoria se turnaron muchas veces de manera admirable.
Y no olvidamos que Orelvis Ávila y Luis Miguel fueron los primeros baluartes del pitcheo, acompañados de Juan Enrique Pérez, Gil, Reynaldo Silva, Yoennis Duboys, Félix Borbón.
En bateo y/o defensa se lucieron Juan Rondón, Yoanis Quintana, Gabriel Rojas, Juan Pacheco, Waldo Denis, Roynier Varona, Luis Rodríguez, Ernesto Martínez, entre otros. El equipo de pelota holguinero se convirtió en una causa de todo un pueblo, autoridades, instituciones, peñas deportivas.
Más que casualidades, fueron hechos contundentes, que ningún escéptico debería ignorar, independientemente de lo sucedido en las series siguientes, que es otro tema para reflexionar.
Pienso que los estudiosos científicos del béisbol podrían, posiblemente, encontrar elementos interesantes y novedosos si profundizaran en el comportamiento de individualidades, colectivos y circunstancias de aquel equipo no “trabuco” que aún asombra.
Y si no se ha hecho, podría ser una atractiva y provechosa tesis de licenciatura, maestría y hasta de doctorado en deportes, que tal vez enriquezca, entre otros aspectos, lo conocido en cuanto a la psicología y reacción de los deportistas y hasta dónde pueden influir elementos extradeportivos confluyentes. Y, por lo menos, derivaría en una conferencia o clase magistral para especialistas y los actuales y futuros Cachorros.
En fin, aquel triunfo de Holguín en pelota nos acompañará siempre.
Si hablamos de deportes e incluso más allá, no hay otra victoria, de carácter nacional, más sentida y que se adueñó para siempre del corazón y la mente de miles y miles de holguineros, como el título de los Cachorros.
Casi dos décadas después, al volver a reflexionar sobre cómo fue posible aquel memorable triunfo, resaltan cualidades del plantel Campeón: disciplina, cohesión, estabilidad y acertada dirección.
Es cierto que no era favorito y para el ámbito del país resultó una gran sorpresa. Pero no fue éxito que cayó del cielo, ni ocurrió por generación espontánea. Era una nómina que se acopló y creció por algunos años, de la mano de su mentor Héctor Hernández.
Nunca otro equipo holguinero logró mantener tal paso ganador, conjugando buen pitcheo y defensa más oportuna ofensiva. Supo aprovechar las debilidades y fallas de sus contrarios y recuperarse rápidamente de algún revés no esperado y de adversidades, a tal punto que solo tuvo un breve mal momento en ocasión de su andar por occidente.
Sin tratar las particularidades del comportamiento holguinero en la fase clasificatoria y los play off, a lo que en otras ocasiones me he referido, es justo recordar que los protagonistas o héroes de cada victoria se turnaron muchas veces de manera admirable.
Y no olvidamos que Orelvis Ávila y Luis Miguel fueron los primeros baluartes del pitcheo, acompañados de Juan Enrique Pérez, Gil, Reynaldo Silva, Yoennis Duboys, Félix Borbón.
En bateo y/o defensa se lucieron Juan Rondón, Yoanis Quintana, Gabriel Rojas, Juan Pacheco, Waldo Denis, Roynier Varona, Luis Rodríguez, Ernesto Martínez, entre otros. El equipo de pelota holguinero se convirtió en una causa de todo un pueblo, autoridades, instituciones, peñas deportivas.
Más que casualidades, fueron hechos contundentes, que ningún escéptico debería ignorar, independientemente de lo sucedido en las series siguientes, que es otro tema para reflexionar.
Pienso que los estudiosos científicos del béisbol podrían, posiblemente, encontrar elementos interesantes y novedosos si profundizaran en el comportamiento de individualidades, colectivos y circunstancias de aquel equipo no “trabuco” que aún asombra.
Y si no se ha hecho, podría ser una atractiva y provechosa tesis de licenciatura, maestría y hasta de doctorado en deportes, que tal vez enriquezca, entre otros aspectos, lo conocido en cuanto a la psicología y reacción de los deportistas y hasta dónde pueden influir elementos extradeportivos confluyentes. Y, por lo menos, derivaría en una conferencia o clase magistral para especialistas y los actuales y futuros Cachorros.
En fin, aquel triunfo de Holguín en pelota nos acompañará siempre.