Verbenas de Güirabito, simiente de Holguín
- Por Heidi Calderón Sánchez
- Publicado en Fotorreportaje
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Llegar una mañana, sin prisa, cuando se acerca la primavera y ya la gente saluda sin apartar la vista de la labor ancestral de cercenar caracoles y pulir los guijarros del río, o caminar entre los que se amontonan para ver el ensayo de la versión más libre de un baile areíto, pudiera parecer una aventura al pasado, cosa de ficciones, pero es la realidad más pura de la comunidad de Güirabito.
Los hilos del yute que quizás sirvieron para acumular azúcar en sacos de factura industrial, se tejen y destejen en los más atrevidos atuendos, en un intento de imitar el crudo algodón de los ropajes herejes que los católicos colonizadores llevaron al fuego.
En Güirabito no fueron las llamas las que marcaron la historia, se dice que en esas tierras el indio caminó bastante confiado junto al español García Holguín, vivieron en comunidad junto a las márgenes de un hermoso río, de frondosas riveras, tierra fértil y toda la abundancia virgen de aquellos tiempos.
La convivencia pacífica permitió que ocurriera un verdadero intercambio en el que pudieron conocerse y compartir conocimientos, pan y casabe, así fue como se dio el fenómeno de la transculturación en el asentamiento El Yayal, a decir de los investigadores, el más relevante ocurrido en Cuba y uno de los más importantes del Caribe.
Y como la paz y el entendimiento merecen alabanzas, se celebran allí las Verbenas de Güirabito, una festividad autóctona en su concepción y surgimiento, que ponderan el rescate de tradiciones culturales y la conservación del patrimonio arqueológico perteneciente al sitio arqueológico El Yayal, que en el pasado 2022 recibió la condición de Monumento Local de la República de Cuba.
Como parte del proyecto comunitario Simiente de Holguín, las verbenas están encaminadas a sembrar sensibilidades, a mostrar la importancia del asentamiento poblacional que dio paso a la actual ciudad de Holguín y lo necesario de un trabajo más profundo en esta localidad.
Para que la gente de Güirabito haya decidido mirar atrás, soltar los artefactos electrónicos de la modernidad y usar sus manos para rescatar los atrezos del pasado y que los niños del barrio se quiten su calzado deportivo un día de fiesta y caminen descalzos sobre las piedras calientes del camino, tienen que existir motivaciones, y la mayor de ellas quizás ocurra de manera tácita, y tenga que ver con el orgullo de forjar una identidad, de saberse parte de algo valioso.
Las labores manuales desarrollan paciencia y virtud, así habrá que andar, pues hay mucho por hacer en Güirabito, mucho que reforestar en las márgenes del río, mucho plástico contaminante que borrar del mapa local, muchas semillas de güira que germinar aún. Pero como el propósito esencial está en la creación, el trabajo comunitario tendrá la última palabra.
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