Y si llego a besarte...

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Amalia e Ignacio; María y Maceo; Tina y Mella; varios pares más. El amor y la guerra; la guerra y el amor. A veces uno se adelanta al otro, como ironía en el fragor de la batalla, como fuego que las balas atizan al corazón.


Vilma y Raúl, otro dúo enlazado por el ideal y el lecho. Aunque ambos tenían casi la misma edad, estudiaron en Santiago, y amaban la patria, la coincidencia no ocurrió en este suelo.


Los padres de ella, por protegerla debido a su labor revolucionaria, le pidieron que cursara un postgrado en los EE.UU. Accede. A su regreso, el Movimiento le indica hacer escala en México. En el aeropuerto, al bajar del avión, pensó encontrar a unos guerrilleros con traje de campaña y pelos largos quizás; pero, para su sorpresa, eran unos jóvenes apuestos, bien vestidos, que le dieron la bienvenida con una orquídea. Allí estaba Fidel y también Raúl. El afán de los preparativos para el “Granma” los presentó.


Durante años he conservado textos escritos sobre Vilma, por su defensa a la mujer, su pensamiento, por admiración; pero la idea más completa del romance con su amado, solo la he encontrado en una entrevista que apareciera en La Jiribilla. Creo que hablar de su amor es algo que, independientemente de la discresión que ha caracterizado a nuestros líderes en materia familiar, se dejó de lado por remarcar logros del proceso colectivo, de la obra inmensa que se desarrollaba.


Sin embargo, la locución de que “una foto puede decir más que las palabras” se acopla a la silueta de este amor. Las sonrisas, las miradas, también narran una suerte de historia efímera al instante; pero que fluyen como pixel acumlativo para la construcción de la imagen tierna y cariñosa en torno a Vilma y Raúl.


Con 28 años ella aún no había tenido novio, hasta la madre ya quería que se casara. “Era muy seeeria. Mis compañeros me protegían mucho y con el tiempo me convertí en la chaperona de algunos de ellos. Los mismos que antes me cuidaban demasiado empezaron a sugerir que me apurara, no fuera a ser que quedara soltera, pero siempre pensé que eso no era cosa de apuro. Algunos decían que estaba esperando a un príncipe azul”, relató ella misma en esa ocasión.

 

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Pero apareció él, para compartir la guerra y también la vida. Vilma, con dulce voz entonaba Dame un beso y olvida que me has besado; yo te ofrezco la vida si me la pides; que si llego a besarte como he soñado ha de ser imposible que tú me olvides…Y claro, él quedó extasiado con la dama y la canción.


Pero para llegar ahí no fue tan fácil. La complejidad del proceso bélico y su inexperiencia sobre enamoramientos hicieron que Deborah, su nombre de guerrilla por ese entonces, a penas supiera si era amor o cariño lo que sentía. Todos se percataban de los estremecimientos de él y las inseguridades de ella; a la vez que se daban cuenta de sus puntos en común y la necesidad de estar juntos.


“Un día, entró a mi cuarto, en la comandancia del Segundo Frente. Recuerdo que conversamos sobre un cargamento de armas y ropas que habíamos recibido. De pronto, recostó su cabeza a mi hombro, yo, extrañada, indagué: ― ¿Qué pasa? ― Nosotros estamos enamorados, dijo.

 

― ¿Y tú cómo lo sabes? ― ¡Ah! Pero, ¿tú no lo sabes? ― Yo, no. Nos reímos; conversamos y desde entonces, comenzó el noviazgo”.

 

La Revolución triunfó el primero de enero de 1959 y el 26 de ese mismo mes y año Raúl y Vilma se casaron en el Rancho Club de Santiago de Cuba. Ese día “en esta casa me puse un nuevo uniforme de guerrillero y me fui a la boda con Vilma…lo mejor y más lindo que hice toda mi vida”, expresó él. Al matrimonio le sucedió ser padres de cuatro hijos y abuelos ocho veces.


Recientemente, en un material titulado “Raúl es Raúl”, su hija Mariela habló de la ternura con que él cuidó a su mamá al umbral de la partida; de su amor y entrega, su respeto, y del modo en que honra su memoria.


En la piedra del Segundo Frente, ya reservó su espacio, a su lado, como muestra de que ni la muerte a veces separa. Allí, acompañados de lomas, flores… guarda como “carril” el espacio para, una vez el tiempo de la seña, iniciar otra travesía juntos, como clandestinos, guerrilleros, patriotas, y ¿por qué no? como amantes.

 


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