Bajo la luz de la noche
- Por Alejandro Rodríguez Pérez / Estudiante de Periodismo
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En la vida nocturna de la ciudad, se encuentran historias de jóvenes que deciden enfrentarse a los desafíos de combinar el estudio y el trabajo. Foto: Tomada de Redes Sociales
La ciudad se despide del sol y se viste de luces titilantes. En medio del bullicio nocturno, Javier camina por las calles empedradas, con su mochila a cuestas y los ojos cansados, pero brillantes. A sus 21 años, es un joven que ha aprendido a navegar entre el mundo académico y el laboral, un equilibrio precario que lo ha llevado a convertirse en un verdadero malabarista del tiempo.
Durante el día, Javier estudia Periodismo en la Universidad de Holguín. Las aulas están llenas de jóvenes idealistas, todos con la misma pasión por contar historias y descubrir la verdad. Sin embargo, en su caso, esa pasión se siente más como una carga que como un aliciente. Las críticas son duras y las oportunidades escasas. Javier ha aprendido a callar sus dudas y frustraciones, escondiéndolas bajo una sonrisa forzada mientras toma apuntes en un cuaderno desgastado.
Al caer la tarde, su rutina cambia drásticamente. Deja atrás los sueños de ser un gran reportero y se dirige a un bar donde trabaja como camarero. La música retumba en sus oídos y el olor a cerveza y frituras lo envuelve en un abrazo familiar. Aquí, entre risas y conversaciones ajenas, encuentra un respiro. Cada vaso que llena y cada sonrisa que regala le recuerda que hay vida más allá de los libros. Sin embargo, la carga es pesada; las noches son largas y las horas se deslizan entre sus dedos como arena.
Los clientes son variados: desde jóvenes universitarios buscando un escape hasta trabajadores cansados que solo quieren relajarse después de un largo día. Javier escucha sus historias mientras sirve tragos, absorbiendo cada palabra como si fueran lecciones de vida. En esos momentos, se siente más periodista que nunca; cada relato es una chispa que alimenta su deseo de escribir, de contar.
Sin embargo, la falta de apoyo pesa en su corazón. A menudo se siente solo en su lucha por mejorar. Mientras sus compañeros pueden contar con la guía de sus profesores, él ha aprendido a buscar respuestas en Internet. Las horas de trabajo le dejan poco tiempo para estudiar, y las noches sin dormir comienzan a hacer mella en su salud.
Una noche, mientras recoge las mesas después del último cliente, se encuentra con una conversación inesperada. Un anciano entra al bar buscando refugio. El hombre le cuenta historias de su juventud, de cómo luchó por abrirse paso en un mundo difícil y competitivo. Javier escucha con atención, sintiendo que esas palabras son el aliento que tanto necesita.
“Recuerda”, dice el anciano mientras se despide, “el camino es duro, pero nunca te rindas. La verdad siempre encontrará su camino”. Esas palabras resuenan en la mente de Javier mientras cierra el bar y camina hacia casa, con los pies cansados pero el alma renovada.
Así es la vida de Javier: un constante tira y afloja entre el deber y la pasión, entre la lucha y la esperanza. Cada día es una nueva oportunidad para demostrar que, a pesar de las adversidades y la falta de apoyo, su voz merece ser escuchada. Con cada historia que recoge en el bar y cada crítica que enfrenta en clase, se acerca un poco más a su sueño de convertirse en un periodista que no solo informe, sino que también inspire. Y aunque la noche sea larga y solitaria, él sabe que al final siempre habrá una luz que lo guíe hacia adelante.