Apuntes sobre el golpe de estado de 1952 en Cuba
- Por Reynaldo Zaldívar
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El gobierno del pueblo, la tan famosa democracia, se vuelve un obstáculo para los grupos de poder cuando se agudizan las contradicciones. Al iniciar la década del 50, Cuba era un mar de aguas revueltas, una granada de fragmentación con la que jugaban trabajadores, estudiantes, intelectuales y políticos. El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista tiró de la espoleta.
El golpe de Estado, que sacudió a Carlos Prío del poder, puso a temblar a todos los que de algún modo ansiaban el cambio. No se dio bien eso de emitir declaraciones en contra o planificar huelgas. Ni la FEU ni los partidos políticos que se aliaron en contra pudieron acometer una resistencia organizada. Y ni hablar de la CTC, que por entonces era conocida como la CTK, debido al artículo K de una ley tributaria por la que se desviaban fondos millonarios.
Muchas organizaciones habían sido debilitadas por los grupos pandilleros que operaban en su interior; y aunque los estudiantes eran la única fuerza medianamente organizada, con una actitud de oposición declarada y movilizaciones de diferente envergadura, no tuvieron significativos enfrentamientos con las fuerzas represivas en esa primera etapa.
Los intelectuales estaban inmersos en los debates sociales, pero sus voces no fueron más allá de resistir en la defensa de lo cubano frente a la influencia de la cultura norteamericana, que llegaba en la moda, gustos culinarios, deportes, arquitectura, recreación, formas de asociación y los vocablos americanos que cada vez más premiaban nuestro lenguaje. Estaban librando su propia guerra.
El país era un caos. Se anunció la suspensión de las funciones del Congreso y a quienes ejercían el poder Ejecutivo. Había quebrado el orden constitucional y Batista asumía las riendas del poder absoluto.
"Una revolución no se hace en un día, pero se comienza en un segundo", escribió Abel Santamaría siete días después del golpe. El 24 de marzo, el joven abogado Fidel Castro denunció ante el Tribunal de Urgencia la terrible violación de la Constitución. El tribunal no legitimó la demanda. Quedaba claro que, como había afirmado Antonio Guiteras una década antes, para solucionar el conflicto entre el pueblo y el gobierno de facto, la única vía era la revolución armada.
Producto de la tiranía, perdieron la vida hombres y mujeres de imperativo valor espiritual. El período dejó el saldo de más de 20 mil muertos, la mayoría jóvenes, generalmente después de haber sido torturados.
En 1953 se cumplió el centenario del natalicio de José Martí. Nuevamente, el Apóstol nuclearía la lucha y establecería el conducto programático para la guerra. El 26 de julio de ese año, un grupo de jóvenes encabezados por Fidel Castro y Abel Santamaría asaltaron dos fortalezas militares en el oriente de Cuba. La guerra armada había comenzado.