Hace dos meses pasó “Irma”, tempestuosa, por la costa norte de Cuba y tengo en mis manos los periódicos de aquellos días. Releo las historias de quienes lo perdieron todo en Punta Alegre, Esmeralda, Cojímar… por culpa del huracán y todavía el corazón se me estruja. Cuánta tristeza es quedarse sin casa ni ropa, sin paisajes ni recuerdos. Cuántas emociones al ver gente con deseos de empezar todo otra vez, y yo hundida en el asiento, desde mi casa con techo, con las imágenes del televisor grabadas en la retina.
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