¿Puedes ponerte en la piel del otro?
- Por Elizabeth Velázquez Rodríguez
- Hits: 650908
Hace dos meses pasó “Irma”, tempestuosa, por la costa norte de Cuba y tengo en mis manos los periódicos de aquellos días. Releo las historias de quienes lo perdieron todo en Punta Alegre, Esmeralda, Cojímar… por culpa del huracán y todavía el corazón se me estruja. Cuánta tristeza es quedarse sin casa ni ropa, sin paisajes ni recuerdos. Cuántas emociones al ver gente con deseos de empezar todo otra vez, y yo hundida en el asiento, desde mi casa con techo, con las imágenes del televisor grabadas en la retina.
Sin dudas, todos hemos vivido tiempos duros, hemos llorado por vergüenza e impotencia, por nuestros fracasos, y lo peor… la pérdida de un ser querido, porque cuando no hay un “volver a empezar,” es devastador. Pero ¿todos somos capaces de sensibilizarnos ante el dolor del otro?
Hace algún tiempo la pregunta ronda en mi cabeza, cuando desgracias naturales trastocan la fisonomía de países y jóvenes de mi edad se convierten en desaparecidos. Y en estos últimos días la interrogante resonó al ver tanta insensibilidad alrededor, y la ebullición de un morbo que asquea.
El ser sensibles es una capacidad natural del ser humano, que experimenta emociones y sentimientos. Sin embargo, a diario es común ver actitudes pródigas de insensibilidad: ancianos maltratados, impedidos excluidos, personas discriminadas por su orientación sexual, sujetos que se aprovechan de las necesidades de los demás, conductores que se niegan a socorrer a quienes están padeciendo, gente que ríe y se burla en la cara de los que lloran.
Hoy, cuando presumimos de instrucción y de teléfonos inteligentes, la información se esparce como pólvora y la sensibilidad se desvanece ante un mundo infinito de “bytes”. Redes sociales y aplicaciones móviles diseminan el morbo, la violencia en todos sus variantes, y muchas veces nos convertimos en repetidores de lo desagradable. En vez de lamentarnos y solidarizarnos con la desdicha del otro, propagamos fotos y videos hasta con los rostros de las víctimas, sin tener en cuenta el dolor y el derecho a la privacidad.
Sé que la curiosidad es un deseo que pocas veces puede contenerse, y que los dispositivos de grabación, cada vez más manuales y accesibles, nos incitan a capturar lo que nos gusta o interesa. Pero, ¿cuántas imágenes de situaciones trágicas han llegado a sus manos? ¿Dónde queda la ética profesional cuando se permite captar esas instantáneas, incluso en instituciones estatales? ¿Qué se hace para detener la pérdida de la sensibilidad? ¿Por qué el morbo por lo grotesco se ha convertido en un espectáculo de placer?
Ser sensibles no es solo es una condición individual, también es colectiva. Es comprometerse con nuestra moral, y la moral de todos. ¿Puede enseñarse la sensibilidad? Estoy segura que sí, al menos mi familia lo hizo conmigo, y también mis maestros Marta y Ramón consolidaron mi universo espiritual. El hecho es que ahora mismo hay niños que padecen enfermedades incurables, jóvenes que mueren por fatalidades incomprensibles, mujeres víctimas de la violencia más rapaz, familias que sufren y siguen llorando ¿Le importa eso? Repito la pregunta: ¿es capaz de sensibilizarse ante el dolor del otro?
Comentarios