Manuel Sanguily, héroe en la guerra y la paz
- Por Ania Fernández Torres
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La Historia de Cuba está llena de actos heroicos, de acciones aparentemente pequeñas, cuya sumatoria define y aclara por donde deber enrumbarse la política de nuestro país. Una de esas ardorosas tareas fue protagonizada, el 9 de marzo de 1903, por Manuel Sanguily Garrite, un cubano que fue soldado, coronel, maestro y parlamentario.
Ya un año antes, “Manuel de los Manueles”, como le llamaba su maestro José de la Luz y Caballero, se había manifestado en contra de la Enmienda Platt pero fue aún más ferrera su oposición al Tratado de Reciprocidad Comercial entre Cuba y Estados Unidos, el cual estipulaba la rebaja del 20 por ciento al azúcar y a otros productos cubanos.
De forma similar a lo sucedido con la Enmienda Platt, los cubanos sostuvieron el debate parlamentario en desventaja. El peso de la discusión estuvo a cargo de Sanguily, quien presentó los argumentos centrales para demostrar que, de firmarse, la economía cubana quedaría supeditada a Estados Unidos y fue apoyado por Salvador Cisneros Betancourt y Juan Gualberto Gómez.
Sobre lo que implicaba este tratado advirtió: “Las concesiones que se nos hacen tienen infinitamente menos valor que las que hacia ellos se nos imponen, de donde ha resultado que los Estados Unidos, en cuanto las circunstancias actuales lo consienten, se han subrogado a nuestra antigua metrópoli española; han reducido nuestra condición general, bajo el aspecto de la hacienda y del comercio, a aquellas mismas relaciones sustanciales en que se encontraba Cuba respecto de España, cuando España dominaba en Cuba y han convertido, por tanto, nuestra nación en una colonia mercantil y a los Estados Unidos en su metrópoli”.
Pero fue inútil su profética prédica pues se aprueba el Tratado. Justo el día después su gran amigo, el poeta Enrique Hernández Miyares, publica en la prensa el soneto La más fermosa, emparentando la actitud de Manuel de Sanguily con las empresas caballerescas de Don Quijote de la Mancha, porque ninguna derrota empequeñece a nuestro héroe, ni lo aparta de su senda.
Como quien lucha contra molinos el preclaro Sanguily presenta también un proyecto de ley que prohíbe la venta de tierras cubanas a extranjeros y da una voz de alarma angustiosa por los peligros que corre Cuba ante la irrupción de extranjeros que vienen con el propósito de adquirir a bajo precio enormes extensiones de tierra. Con esa ley se hubieran impedido los latifundios que pesaron en el desenvolvimiento económico y político del país.
Sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, ya en 1906, surge la polémica entre universitarios de Kansas y Oklahoma en torno a la pregunta: ¿Debe Estados Unidos anexarse a Cuba? Sanguily repudia esa posibilidad y sostiene con entereza el derecho de la Isla de ser libre y soberana.
Por eso la revista Letras, de La Habana, agasaja a Sanguily y le brinda una demostración de solidaridad con su pensamiento, donde el Coronel refiere: “La independencia y la República y no yo, que apenas he tenido la fortuna casual de exponer como un eco débil el credo y el sentir de nuestro patriotismo, han sido las inspiradoras de esta manifestación patriótica”.
Solo seis años después, como Secretario de Estado del presidente José Miguel Gómez, en abril de 1912, el canciller Sanguily, en su discurso (una pieza única de su excelente oratoria) le recuerda al Secretario de Estado norteamericano de visita en la Habana, los principios esenciales que deben regir el orden de relaciones entre los dos países.
Solo un mes más tarde, cuando el alzamiento de los Independientes de Color, Washington llegó a considerar la posibilidad de intervenir militarmente en el conflicto. Sanguily rechazó la amenaza con entereza, y José Miguel, en cabal acuerdo con su Canciller, dirigió al Presidente norteamericano un mensaje que resultó decisivo y esclarecedor.
Desde 1888 Sanguily escribió: “Un pueblo… no hace en línea recta su jornada histórica, ni menos se resuelve de prisa y sin vacilación a costear los abismos y a penetrar en las sombras”. Su experiencia en la Guerra de los Diez Años lo condujo al convencimiento de que Cuba debe ser independiente, pero no mediante una nueva guerra, sino mediante la actividad política.
En vida lo admiraron mucho quienes lo conocieron y el tiempo acrecienta la significación e importancia de esa coherencia total entre pensamiento y acciones protagonizadas un día por Manuel Sanguily, aquel modesto orador, periodista sagaz y patriota inmenso en la guerra y en la paz, cuya conducta debe ser alimento constante para los cimientos y el futuro de nuestra la nacionalidad.