La diversidad en la ficción
- Por Rolando Casals Cuenca, estudiante de Periodismo
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No hace falta ser muy avispado para percatarse que la industria cultural lleva desde hace unos años apostando por una mayor inclusividad en sus productos. Pese a que las obras protagonizadas por grupos históricamente marginados sigan siendo una minoría, esta nueva tendencia se vuelve cada vez más difícil de tratar sin levantar pasiones.
Resulta cansino que con cada anuncio de una serie o película percibida como inclusiva, se desaten guerras culturales en las redes donde se da rienda suelta a la virulencia de algunos y, en casos extremos, se llega al ciberacoso. Estas discusiones cíclicas emergen como síntomas de una sociedad que aún enfrenta un enorme desafío en sepultar dañinas formas de discriminación.
En una época donde los ideales más recalcitrantes no suelen ser vistos con buenos ojos al ser expresados en público, las polémicas sirven como válvulas de escape para sectores sociales que perciben a la diversidad como la intrusión de elementos indeseables en aquello que disfrutan. En consecuencia, las armas de la intolerancia son hoy en día más sutiles, cubriéndose en una manta de supuesta buena fe.
Un argumento de este tipo y que se encuentra muy extendido dicta que la diversidad responde a una agenda ideológica introducida como un ingrediente sobrante, o en términos más familiares, se trata de una inclusión "forzada". Estos reclamos suelen ir acompañados por la añoranza de un pasado más "simple". Aunque con ciertos ápices de realidad, el argumento de la "inclusión forzada" presupone varios conceptos que hablan más de quienes los esgrimen, que de las obras que critican.
Las producciones de Netflix destacan por la inclusividad de sus elencos, aunque la recepción de la crítica y el público ha sido dispar.
Por ejemplo, identifican correctamente a la promoción de la diversidad como un acto político. Pero fallan al asumir que toda la exclusión histórica surgió de forma espontánea, es decir, que el predominio de las visiones hegemónicas en el arte (patriarcales, supremacistas blancas, hetero normativas etc.) no nacieron de una agenda política que pretendía perpetuar el odio a lo distinto, sino que se trata del estado natural de las cosas y en consecuencia es ajeno a la política e incuestionable.
Siguiendo con esta línea de pensamiento, se puede razonar que el carácter intrínsecamente político que se percibe en la inclusión lo vuelve algo incómodo. Este tipo de pensamiento viene acompañado de una visión del arte muy pobre.
Si el público degrada a las obras que consume como desechables y considera al factor de encontrar representadas en ellas a realidades sociales que le incomodan, rechazando de plano su capacidad para modificar el pensamiento, quizá ese público no se merezca el arte en absoluto.
Todo este fenómeno no puede entenderse tampoco sin analizar el respaldo corporativo de la inclusión, quizá el ángulo más acertado de las críticas que tratan de señalar la hipocresía de las mismas, ignorando que de esto está consciente toda persona que tenga más de dos dedos de frente. No tengan duda que esas grandes corporaciones nunca han sido ni serán amigos de los colectivos marginalizados.
Quizá ya no produzcan contenidos que sean abiertamente ofensivos o coloquen advertencias de contenido insensible en sus metidas de pata del pasado, pero siguen siendo imperios económicos, dirigidos por oligarcas que no dudarán un segundo en tirar todo su progresismo por el retrete si con eso obtienen un centavo adicional en sus bolsillos.
Es necesario un nuevo paradigma de la inclusividad en la ficción. Los creadores deben desechar el postureo típico de las grandes empresas y priorizar ante todo la honestidad intelectual. No ver a la inclusión como una moda o un fetiche, sino como un elemento que bien llevado puede enriquecer en sobremanera sus obras.
En cuanto al público que guarde simpatías con esta nueva tendencia, recomiendo no dejarse llevar por los preceptos individuales. Analizar con ojo crítico para saber distinguir entre el fruto de las ansias por contentar a todos o las representaciones más genuinas de las múltiples facetas de la experiencia humana.