¡Mamá, ya tengo mi pañoleta roja!

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pañoleta roja opjmFoto: Yanelkys Llera Céspedes / Cubadebate

Christopher apenas consiguió pegar ojo la noche anterior. Sabía que este viernes le aguardaba un día especial, por el que había estado esperando desde que comenzó su vida estudiantil en la enseñanza primaria, y que lo convertiría en un niño más grande y listo para asumir nuevas metas dentro de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM).

Lo cierto es que, desde su etapa de preescolar, soñaba con llevar puesta una pañoleta. Las veía como un símbolo de madurez, brillantes, simétricas y listas para adaptarse a su cuello y al de sus compañeros. En los matutinos, observaba a los alumnos de grados superiores con el sano anhelo de pronto estar en su lugar.

No olvida cuando su maestra Juanita le explicó todo acerca de esos trozos de tela con la forma de un triángulo isósceles, cuyos vértices significan estudiar, trabajar y luchar por las conquistas de la Revolución, que identifican a los miembros de la OPJM.

Esa clase le hizo mucha ilusión y marcó para bien su entrada a la escuela. Desde entonces, asumió la responsabilidad que significaba llevar una pañoleta en todas las actividades pioneriles y escolares, siempre amarrada mediante el nudo marinero, y acompañada por su uniforme o la ropa de exploración y campismo.

Aún mantiene vivo en su mente el momento en que se convirtió en pionero Moncadista. Para que todo el que entre a su casa perciba lo importante que fue para él comenzar a portar ese azul que simboliza al color del cielo patrio, su mamá inmortalizó aquel día con una instantánea fotográfica que ocupa un lugar privilegiado en la mesa del centro de la sala.

Pero convertirse en pionero José Martí era lo que había estado esperando todo este tiempo. La pañoleta roja lo haría sentirse parte de las tradiciones de lucha de este heroico pueblo, que no olvida nunca la sangre derramada por sus héroes y mártires en pos de una Cuba mejor, soberana e independiente, cuyo sistema social dio tanto a los niños, a partir del año 1959.

Por eso, no es de extrañar que todos en su hogar se movilizaran, previo al gran día. Así, mientras su abuela planchaba con esmero el uniforme, su padre limpiaba los zapatos hasta ser capaz de percibir su reflejo en ellos y su mamá, como cada día, se encargaba de auxiliarlo en las tareas, porque la emoción no podía dar lugar a pasar por alto el habitual horario de estudio.

La fecha escogida fue el viernes, 13 de junio. Esa mañana se levantó muy aprisa y apresuró a todos los de su hogar, pues por ningún motivo podía llegar tarde al tan anhelado cambio de atributo pioneril. Aquella le pareció la mejor mañana de su vida, más aún, por el simbolismo histórico que caracterizaría a la jornada.

Y es que ese acto tuvo lugar en homenaje a los natalicios de Antonio Maceo y Ernesto Guevara, que ocurrieron el día 14. Ese día, vinieron al mundo dos cubanos dignos que en diferentes épocas y contextos sociales dieron lo mejor de sí mismos en pos de la soberanía y la independencia de la Patria. No podía haberse escogido una mejor ocasión para patentizar el crecimiento dentro de la OPJM.

La emoción de Christopher, ese entusiasta pionero holguinero, era indescriptible. Vivió con una exaltación sin precedentes aquel inolvidable día, en el que se sintió parte protagónica del proceso revolucionario cubano, del que los infantes son garantes de continuidad y defensa de las conquistas alcanzadas.

Junto a sus compañeros, ratificó la importancia de la OPJM como organización fundamental dentro del sistema de educación cubano. Cuando le fue puesto el atributo, inmediatamente se viró en busca del rostro maternal que, desde el fondo, lo contemplaba con orgullo, y le lanzó un efusivo llamado como colofón de esas expectantes jornadas: ¡Mamá, ya tengo mi pañoleta roja!


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