¡Llegó el agua!
- Por Yanela Ruiz González
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La cuenta paró después de 136 días. ¡Por fin llegó el agua! Pero, de la emoción no pasó aquel endeble chorrito. Dos, tres, cuatro semanas después siguen sin humedecerse las tuberías de las biplantas ubicadas en zonas más altas, mientras que los vecinos del frente y cuadras anteriores, un poco favorecidos por sus posiciones, logran llenar sus depósitos en los minutos que permanece el servicio.
Esta es la realidad de un grupo de hogares de Ramón Quintana (zona) en el municipio de Holguín, muy similar a la de más de 167 mil habitantes holguineros que, desde hace un buen tiempo, invocan a “San Pedro” mientras se las arreglan para tener un poco del preciado líquido, con el cual poder higienizarse y realizar las tareas del hogar.
Arreglárselas se traduce a restar, de la ya apretada economía doméstica, miles de pesos por unos tanques de agua, operación que no ocurre una vez al mes, sino dos, hasta tres veces, porque sin el vital líquido nada es posible en la vida. Esto en el mejor de los casos, pues no todos los hogares cuentan con ingresos económicos para asumir esta solución al problema.
Aun así, casi se le hace un monumento al pipero particular que irrumpe en las calles a diario con su flamante tractor-pipa. “El salvador”, como muchos le dicen, el que más llamadas recibe en el día por un poco de agua que refresque los acalorados días de este verano intenso. ¿Cuánto tiempo perdurará esta situación? Es la pregunta que la mayoría se hace.
Al cierre del mes de marzo, el 48 por ciento del territorio tenía sequía meteorológica, algo que no ha variado mucho, pues persisten las escasas o nulas precipitaciones en gran parte del territorio. El impacto se aprecia en los mismos pozos del barrio, todos secos o con niveles alarmantemente bajos. A pesar de los intentos por profundizarlos las venas de agua de los manantiales son muy débiles, al punto que dejaron de usarse.
Recientes estadísticas compartidas en el perfil de Facebook de Recursos Hidráulicos en la provincia hablan de la intensa sequía como causa principal de la cruda situación con el abasto de agua. Señalan al mes de junio como el más seco en los últimos diez años, y julio se llevó este récord en los últimos 32 años. En el llamado periodo húmedo no ha llovido casi.
La drástica reducción de los niveles de agua es visible en los tres embalses principales de abasto a la ciudad cabecera (Cacoyogüin, Güirabo y Gibara). La primera no cuenta con sistema de trasvase, por lo que no tiene como recuperar su volumen si no llueve, lo cual afecta a más de 80 mil habitantes de la zona norte, un ejemplo de lo desafiante que se pinta el panorama.
De acuerdo con Juan Mario Hechavarría Hernández, delegado de Recursos Hidráulicos, el caudal de agua que llega a la ciudad se redujo de mil 184 litros por segundo a 860, con un déficit de 375 litros, lo que ha tensado desmesuradamente los ciclos del abasto de agua a la población, con zonas que acumulan meses sin recibir el servicio.
Unido a la sequía está también la crítica situación energética. Los “apagones” prolongados agudizan el “cuadro clínico”. La instalación de grupos electrógenos en los sistemas de abasto fue un remedio hace un par de años atrás, pero hoy se ven limitados por el déficit de combustible, otro asunto que se suma a la lista de incidencias.
El tiro de agua en carros cisternas a las comunidades también se ve afectado por esta causa. Para garantizar el servicio en las comunidades que normalmente reciben el agua de esta manera hay que hacer malabares. Más de 29 mil 980 habitantes sufren esta tragedia.
Arduo es el trabajo de los hidráulicos, de conjunto con el Gobierno, para buscar soluciones en medio de un contexto crítico. Desde operaciones técnicas para poder extraer agua de los embalses, algunos con cobertura para unos pocos días, otros que balancean sus volúmenes con la inyección que les llega de trasvases, hasta la perforación de nuevos pozos, el apoyo del tiro con pipas de la economía y la reparación de roturas en tiempo récord, a veces hasta altas horas de la noche o en la madrugada.
No obstante, son medidas de contingencia (que no siempre abarcan a todos los afectados por el problema) y muchas dependen de disponibilidad de combustible, algo que en el contexto de crisis que vive el país se dificulta resolverlo. Ante el desafiante panorama que impone la naturaleza habría que replantearse otras acciones más sostenibles y prácticas que ayuden a reducir el impacto de eventos como la intensa sequía. Quizá sea hora de desempolvar documentos con algunas propuestas que respondan a la emergencia y de involucrarnos todos en hacerlo posible.
Mientras tanto siguen la cuenta de los días sin servicio, las invocaciones a San Pedro y los cálculos económicos del hogar, a ver de qué partida se mueve el presupuesto para llamar a “El salvador”.