“A través de mi cuerpo, puedes ver la LUX”
- Por Milo García
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Ilustración inspirada en la portada de Lux. (De la autora)
En el siglo XVII vivía en Kioto, Japón, una joven llamada Ryōnen Gensō, quien quería convertirse en monja. Sin embargo, debido a su enorme belleza, no la dejaban entrar al monasterio; decían que podía distraer a los monjes. Un día agarró una plancha y se la acercó al rostro logrando desfigurarlo. Gensō le concedió valor a su fe antes que a su belleza con este acto. Logró ingresar al monasterio y más adelante se convirtió en abadesa (madre superiora). Desperdiciaré mi belleza antes de que la arruines / Soy un talento natural / Soy la Reina del Caos porque Dios lo decidió. La cantante española Rosalía decidió darle voz a su historia y escribió la canción “Porcelana” para su último disco LUX (2025).
Inspirada en la mística femenina, Rosalía lanzó el pasado 7 de noviembre un álbum que la consagra como una de las grandes exponentes del pop en la actualidad. Para ella, el pop va mucho más allá de una moda comercial, de una repetición de estrofa-estribillo-puente, el pop es lo que hicieron artistas como Kate Bush, Björk, David Bowie, quienes supieron diferenciarse por encima del resto.
En LUX (luz en latín) la cantante dialoga con el pensamiento de santas, filósofas y poetas, como por ejemplo la alemana Hildegard von Bingen (1098-1179), la italiana Santa Rosalía de Palermo (1130-1170), la francesa Juana de Arco (1412-1431), la peruana Santa Rosa de Lima (1586-1617), entre otras. Rosalía decide cantar en el idioma natural de cada una de estas mujeres, logrando la hazaña de grabar un álbum con 14 idiomas diferentes. Durante un largo tiempo se dedicó a investigar y traducir para su realización, siendo un claro homenaje a la diversidad cultural a través de la música.
Ilustración inspirada en la obra del pintor Utagawa Kunisada. (De la autora)
Su primer acercamiento a la música fue con el álbum Los Ángeles (2017), en el cual versionó temas flamencos del siglo XX que tenían como tópico común la muerte. El proyecto fue rechazado por los seguidores más puros del género, pero esto no la desanimó ni, mucho menos, le restó calidad a lo que había hecho.
La primera vez que la escuché, había decidido crear un disco a partir de una novela medieval llamada Flamenca. Desde esa obra prohibida en el medioevo —por hablar de la mujer en el amor, el sexo, así como en su derecho a la igualdad— Rosalía creó El mal querer (2018). Así la conocí, recitando unos versos repletos de augurios sobre un amor que la terminaría matando. Me enamoré de su propuesta principalmente porque las palmas de flamenco son mi debilidad; y si lo mezclaba con un poco de trap urbano, mejor.
En Motomami (2022), tercera entrega musical de la artista, el minimalismo es protagonista. Aquí mezcla un grupo de elementos que le gustan para terminar haciendo un “collage” musical. Su atención se centra en un género: el reggaetón, de una forma experimental juega con su voz sobresaturándola, utiliza samples, y todo sobre bases de una simpleza maravillosa. En este álbum, Rosalía se transforma, le dice a un desconocido que no va a ser su “bizcochito”, rompe de forma abrupta para cantarle a las mariposas, crea su propio abecedario musical y mucho más. La artista decidió divertirse y hacer algo diferente. Muchos la criticaron, le comentaron que volviera al “flamenquito” de antes, pero ella solo había demostrado que era la única dueña de su sonido y si tenía deseos de experimentar en el estudio, lo haría.
El último de sus milagros es LUX, perfecto para escuchar a puertas cerradas —con las luces apagadas, si se puede—. Dividido en cuatro movimientos, el álbum comienza con Rosalía relatando un conflicto interior que ahondará en el resto de las canciones: la dualidad entre lo terrenal y lo divino. Unos versos a coro erizan la piel y hacen pensar “a partir de aquí solo puede mejorar”: Quién pudiera venir de esta tierra / Y entrar en el cielo y volver a la tierra / Que entre la tierra, la tierra y el cielo nunca hubiera suelo.
Premiere del disco en Barcelona, España. Foto: Sony Music
Rosalía contacta con la Orquesta Sinfónica de Londres y va desde la ópera hasta su primer amor: el flamenco. Ya lo decía en una de las canciones de su anterior disco: Yo soy muy mía, yo me transformo, y es que no para de dar giros inesperados en su carrera y respetar su esencia en el camino. El álbum no es para escuchar a todo momento, de hecho, nos pide calma para apreciarlo. A diferencia de Motomami, donde destaca el minimalismo, este es maximalista al aprovechar toda la capacidad vocal de su protagonista y enriquecerse con instrumentos orgánicos.
Sería totalmente innecesario intentar explicar el concepto del disco, interpretar las letras, darle un sentido poético a la historia o relacionar cada pequeño detalle, eso es lo peor que podemos hacer. Es mejor dejar que cada uno sienta lo que quiera. Todos nos llevamos las letras a nuestro terreno, es lo lindo de estas cosas. No pierdan la oportunidad de escucharlo, no se arrepentirán (o sí, no me hago responsable).
Rosalía expresó: “Mis artistas favoritos son los que no te dan lo que quieres, sino los que te dan lo que necesitas”, y concuerdo con ella. Muchos dicen que si el disco no fuera de su autoría, lo más probable es que no estuviéramos hablando tanto de él, ni tuviera tantas reproducciones en las plataformas, y sí, tienen razón, pero Rosalía dio a lux (literal y metafóricamente) y vale la pena hacer eco, más cuando una artista tan grande se olvida de las modas actuales impuestas por el algoritmo y decide darnos un respiro en la forma que consumimos música.
