Retraso
- Por Jorge Suñol Robles
- Hits: 3913
Yo quería en avión. Pero al final opté por la única opción disponible: los “divinos” Ómnibus Nacionales. Cubana de Aviación estaba llena, como siempre. Directo a La Habana, bueno, eso creía. Atrás quedaba Las Tunas, Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, hasta que llegué a Santa Clara. Allí, nada estaba claro, y los santos, al parecer, se escondieron.
El viaje lucía demasiado musical. Marco Antonio Solís de fondo, una, dos, tres veces…De vez en cuando algo de Cristian Castro y del merengue de Olga Tañón. Paró el concierto y la guagua pasó a ser sala de cine. Taxi fue el indicado. Llegaron después otras cintas de acción o de “matazón”.
En medio de tanta lucha “cinematográfica”, el chofer anunció algo desagradable: ´Caballero, la guagua esta poncha´. Lo ignoré en ese momento, hasta pensé, después, que era una broma, pero para disgusto de mí y de los otros pasajeros, aquella noticia, que fue como una bomba, era cierta.
Rápido, llamó a la estación de Santa Clara, para que buscaran un trasbordo u otra solución técnica. Lo cierto fue que nos rompimos a las 4 de la tarde y daban las 9 de la noche (hora en la que deberíamos llegar a la Capital) y el problema no se había resuelto. Y estábamos solo a 23 kilómetros del centro de esa provincia.
La gente subía y bajaba del ómnibus, desesperada, angustiada. Unos, se pusieron hablar del campo socialista, otros prefirieron engancharse sus audífonos y olvidarse de aquel espectáculo. Algunos pasaron la larga espera haciendo chistes: ´Saquen colcha y almohada, que esto es hasta mañana´, dijo alguien, quitándole la esperanza a aquel que la tuviera. Iba por la cuarta taza de café, por suerte había una cafetería cerca, con pocas ofertas, pero había. Sonaba ahora un reguetón, para sí salir de “casa” (en este caso, bajarse del ómnibus).
Sobre la 9 y media de la noche, gracias a los rezos de los creyentes, y los que tenían un poco de fe, apareció el anhelado trasbordo. Pero, espérense ahí, que la tardanza continúa. Había que hacerlo todo “legal”, pasar los equipajes de una guagua para otra con mucha cautela, ´para que después nadie me haga cuento de que se perdió tal cosa, porque yo no quiero lío alguno´, comentó el nuevo conductor. Y lo comprendí.
Luego,nos montarnos al otro ómnibus. Pero por si fuera poco el retraso, el chofer, con voz nada agradable, empezó a darnos una charla “protectora”: ´recuerden que no pueden comer nada dentro de la guagua, como ven, esto es una Viazul, yo no trabajo con cubanos, esto es para extranjeros, así que deben cuidar el vehículo´.Se mostró alteradísimo, como si nosotros fuéramos culpables y como si ese no fuera su trabajo. No lo comprendí.
Cinco minutos de tránsito y de nuevo, la guagua “yuma” hizo un stop. Esta vez la situación era con un pasajero que se le había extraviado el pasaje. El chofer, formó otro show: ´o paga el pasaje o se baja de la guagua´, gritó, con autoridad de ministro. Entonces, como el pobre viejo no le quedaba un centavo, otros tuvieron que ceder y a su billetera acudieron.Ahora sí, directo a La Habana. 2 y 15 de la madrugada marcaba mi reloj ¡Qué retraso caballeros!
Comentarios
Es cierto que es indisciplina ingerir alimentos dentro del ómnibus, pero no hay que maltratar o discriminar a sus compatriotas. Este chofer olvida que el ómnibus podrá ser de "viazul" pero es del Estado cubano, y el Estado cubano es el pueblo y él, como funcionario que presta un servicio público está obligado a respetar ese pueblo.
Saludos