La ausencia aparente

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Por esta fecha, 30 años atrás, el entonces diario ¡ahora! publicaba historias en tipografías negras:
La familia de Romilio, que “era un muchacho de sangre muy viva”, contando cómo se desangró, mientras defendía la obra en la que trabajaba de los paracaidistas norteamericanos, que invadían la isla de Granada.
 
Mariana recordando, a sus 73 años, que el hijo, Aldo Vicente, llegó ese día y le dijo “bueno, hoy tenemos que comernos un macho aquí”, porque le habían avisado que lucharía por la libertad de Angola.

Manuel explicando que su hermano chiquito, Rolando, quería hacerle la guerra a la guerra, y releyendo las cartas felices que llegaban desde un lugar a más de 15 mil kilómetros, llenas de experiencias exóticas.

Adolfina, menudita, de pelo cano, vestida de luto, diciendo que sus retoños, Odérico y Darío, “para mí están vivos. Es como si estuvieran en un largo viaje”.

Nicolasa afirmando que “después de perder a José Luis, siempre dije que no me rendía y mucho menos me vendía”, cuando faltan 24 horas para que sean doce años sin una lápida donde dejarle flores a su hijo.

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María asegurando que “yo siempre confié en la palabra empeñada por la Revolución de que sus restos, al igual que el de otros que cayeron como él, llegarían a Cuba. En medio de mi dolor, he esperado paciente todos estos años por este momento…”

Es 1989 y llegó la hora del reencuentro. Los restos mortales de más de dos mil cubanos, caídos en misiones militares y civiles en Angola, Etiopía y otros países, por fin reposarán para siempre en su tierra. Simultáneamente, durante los días 6 y 7 de diciembre, cada rincón de Cuba acoge a aquellos que le pertenecen, en lo que se ha denominado Operación Tributo.

El pueblo de Holguín revive como nunca 184 recuerdos. Temprano en la mañana, museos, galerías, bibliotecas, sindicatos y casas de culturase convierten en templos para rendir tributo. Acuden cientos de miles de personas.

Un hecho conmovedor y sin precedentes… No faltó la rememoración de infancias de hace pocos años… De nuevo el nudo en la garganta… Nunca estuvieron solos… En un rotundo silencio… Un río humano acompañó el cortejo fúnebre… El esfuerzo por no llorar fue inútil… Aquí el dolor es el mismo, aunque tenga nombres y rostros diferentes… La ausencia es aparente y la muerte se siente en estos momentos como una mentira…

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Así escribieron los periodistas de ¡ahora! que dieron cobertura al acontecimiento, en los 14 municipios de la provincia.
En la tarde, el pueblo marcha a los cementerios. Al frente, “camilitos” con brazaletes negros portan cientos de ofrendas florales. La banda de música interpreta himnos de combate.Marchan los pelotones las Fuerzas Armadas Revolucionarios y las Milicias de Tropas Territoriales. Vehículos ligeros trasladan los féretros y osarios. Al final, el pueblo.

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A cada lado de los monumentales Panteones de los Caídos en la Defensa, los familiares y dirigentes. La banda toca una marcha fúnebre. Se procede a la inhumación. Toque de silencio. Resuenan las notas del Himno Nacional.
En El Cacahual, durante el acto nacional de despedida de duelo, Fidel Castro definió el sentido de este día, donde aún se mezclan orgullo y dolor:

“El 7 de diciembre se convertirá en día de recordación para todos los cubanos que dieron su vida no solo en defensa de su Patria, sino también de la humanidad. De este modo, el patriotismo y el internacionalismo, dos de los más hermosos valores que ha sido capaz de crear el hombre, se unirán para siempre en la historia de nuestra Patria”.

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Comentarios  

# Ventura Carballido Pupo 07-12-2019 16:46
A PROPÓSITO DE LA OPERACIÓN CARLOTA Y TRIBUTO

MEDITACIÓN DEL COMBATIENTE NÚMERO 54295

POR VENTURA CARBALLIDO PUPO
AL REGRESO A LA PATRIA, LUEGO DE HABER CUMPLIDO NUESTRO DEBER INTERNACIONALISTA, NO TRANSPORTAMOS NADA MATERIA --LA ÚNICA RIQUEZA QUE TRASLADAMOS, FUERON LOS RESTOS DE NUESTROS COMPAÑEROS QUE PERDIERON SUS VIDAS

Como una forma psicológica de hacer avanzar el tiempo en busca del entrañable acercamiento a los tuyos en la Isla que un día dejaste, sin saber que regresarías vivo, en el vuelo de regreso desde Luanda, Angola, retomé como hilo conductor unas profundas meditaciones ?que me permitió autoalimentarme al ubicar en el combatiente cubano tanta carga de comportamiento ético, conducta que pudiera resultar no creíble para los que están lejos de nuestro pensar, de nuestra manera de actuar, de la forma de proceder, de cómo fuimos educados y descubrir la grandeza de la obra por la que fuimos a pelear por otros pueblos donde expusimos nuestras vidas a cambio de nada materia
No traíamos en la barriga del avión ninguna maleta con bienes materiales para regalar a los familiares y amigos en nuestra querida Isla. Como «equipaje de mano» solo traía un pequeño bolso que regalaba la línea aérea angolana y en él entre las cosas de más valor dos pañuelos de mujer para el pelo que me había regalado un militar de la Defensa Civil angolano, radicado en Cabinda, y un paquete de cigarros cubano de exportación del que nos llevaban los barcos al Congo como regalo a mi atribulado padre, también, ropa interior para cambiarme cuando llegara a La Habana y una camisa, documentos que amparaban estímulos otorgado por la sección política de una de las unidades en las que estuve destacado y de la Fiscalía Militar donde culminé mi estancia y mi chapilla de combatiente número 54295 que atesoro aún con mucho amor.
Con nativos del Congo En mis bolsillos no traía ningún dinero, porque no éramos mercenarios que fuimos a la guerra a exponer la vida por riqueza, florecimos como combatientes Internacionalistas, de la gente de Fidel y de Raúl, representando a nuestro pueblo, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, a cambio de nada. La mayor estimulación no era llegar a encontrarnos con la familia y colmarlas de regalos, como suele ocurrir, en estos tiempos en que redacto esta crónica; ¿el gran caudal de motivación que nos animaba era el cumplimiento de la tarea que se nos había encomendado, y recibir el cariño y homenaje? como así fue?, de nuestros compatriotas acá, de mi familia, y del fuerte apretón de manos del General de Ejército Raúl Castro y otros oficiales de las FAR que nos dieron la bienvenida.
Nos bajamos de aquel inmenso avión Il 62-M de la aerolínea soviética sin nada material. No tuvimos que ir a recoger ningún equipaje. Nuestra riqueza más grande fue la moral, el patriotismo y la satisfacción del deber cumplido con Fidel y el Partido.
De igual forma les ocurrió a los combatientes del Che a su regreso en 1965, y a todos mis compañeros de arma. Esa es la grandeza sui géneris de los internacionalistas cubanos que formamos parte de la Operación Carlota y otras misiones en otros países. Sin apego a nada material todo fue felicidad. Nuestra mayor tristeza es que no todos regresamos vivos.
Para no ser confundido, despojado de protagonismo alguno, inserto estas notas, en otro contexto, ya que sin perjuicio de que los colaboradores actuales y futuros reciban su estimulación económica, como algo lícito ?porque si no de qué viven o de qué vive nuestra sociedad?, vale la pena este contenido que recoge los postulados de desinterés de los combatientes cubanos internacionalistas de aquella época para que este ejemplo sirva de alguna manera para tratar de minimizar el avance de la metalización voraz e incesante de muchos que en estos momentos afloran con mucha fuerza, con ausencia de aquella firme posición ética nuestra.
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# Claudia 10-12-2019 12:12
Ventura, gracias por dejarnos su comentario, por contarnos ese momento tan especial, tan íntimo, de los internacionalistas cubanos que cumplieron misión en Angola. Y no se preocupe, los buenos cubanos sabrán comprender sus palabras. Saludos...
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