La otra historia de José Abreu Cardet
- Por Jorge Suñol Robles
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Esta vez no contaremos la historia que escribe y deja en los libros, la de héroes y ciudades, la de estatuas y hechos, la de cronologías empolvadas, pero aún intactas. Para eso diríjase a sus textos de máxima certeza, que bajan del pedestal y acaban con el mito, que han hecho de este cuento, que es Cuba, un camino contradictorio y a la vez apasionante, pudiera decirse, también, excitante.
José Miguel Abreu Cardet se merece, de sobra, que le cuenten (o cuente desde su voz) su historia. Allí, en su biblioteca personal, donde guarda memorias, títulos, viejos espejuelos, y cuelgan retratos de Céspedes y Martí, atentos y cómplices de lo que piensa y dice. Allí, donde se palpan los años y las anécdotas, un Holguín infinito, recordamos y viajamos en el tiempo, trazamos sus caminos. Mientras, su compañera de vida y de labor investigativa, Elia Sintes, nos escucha desde la cocina. Abreu dice que no fuera nadie sin ella. Imagino el rostro de Elia, lleno de orgullo. Me queda claro: esta también es su historia.
Me cuenta que fue en ¡ahora! donde publicó por vez primera, el 10 de octubre del 1978. Tuvo la suerte de conocer al destacado investigador Hiram Pérez Concepción, y lo encaminó para trabajar en el Museo Provincial de Historia, y, posteriormente, asumir la dirección de la Casa Natal de Calixto García.
Recuerda, cuando en el año ´58, se trasladó a la finca de su abuela. Ella le contó de algunos de sus famliares que estuvieron y se batieron en la guerra. Y eso lo ayudó a sentir y escribir su obra de una manera más cercana a los lectores. “Conocí a los mambises cotidianos, no los mambises que después se han idealizado y se han convertido en estatuas. La historia me llegó muy humanizada. Y bueno, los rebeldes estaban combatiendo en ese momento, yo los vi de chiquito”.
“No me he enfrascado en contar la historia, porque me he hecho preguntas como por qué van a la guerra la gente. Estar en contacto con numerosos intelectuales me ha aportado mucho”, confiesa sobre la idea de compartir y publicar en colaboración con otros investigadores.
Le pregunto, entonces, sobre lo más difícil como historiador y me responde, sin dudar: “Las fuentes. Es complejo desde Holguín investigar porque hay que ir a La Habana y a otros lugares. Eso es un problema serio que tenemos los investigadores. He tenido otro choque y radica en los conceptos. A veces te encuentras una información un poco de lo heroico, de los grandes combates, y tienes que tratar de adaptarse a esa metodología, y en ese sentido, hacerte otras preguntas”.
Un historiador, dice el intelectual, tiene que trabajar mucho: “No perder tiempo, darte cuenta que la vida es limitada, en todos los sentidos, y tratar de tener una información sólida. Hay que buscar muchas visiones, por ejemplo, qué piensan los poetas sobre la historia. Hay que indagar en otras ciencias, como la sociología. Darte cuenta que los seres humanos idealizados, heroicos, no existen, esas son creaciones poéticas y literarias”.
Abreu Cardet ha alcanzado numerosos reconocimientos y distinciones, algunos cuelgan en la pared de aquel cuarto estudio, otros los porta en la sala de su casa con orgullo, pero es un hombre que habla con modestia y compromiso, lo noto. “Hay muchos prejuicios con los premios, pero tienen algo importante: te obligan a terminar un texto. Eso sí, no debes trabajar nunca para un título, porque nunca harás una obra”.
Ser Premio Nacional de Historia 2018 supone un gran estímulo Por la Obra de Toda la Vida, resume la entrega y el sacrificio de largos años de trabajo de investigación: “Al revés de mucha gente, que no le gusta que la aplaudan, soy del criterio de que me reconozcan. Fue un esfuerzo tremendo. Hay una inmensa cantidad de gente que le corresponde un pedacito, ese diploma habrá que picarlo y dárselo a esa gente”.
Antes de despedirnos, le pido que me valore el papel de los historiades cubanos. Convencido, afirma: “En general, la historiografía cubana, independientemente de todos los errores que se puedan haber cometido, los dogmatismos que han existido, las visiones cerradas, creo que va por buenos caminos.
“La gente está investigando de temas diversos, prácticamente en cada localidad hay un historiador. Los que han aprovechado el tiempo y les gusta el oficio, tienen posiblidades asombrosas”.
Me describe, por último, a su ciudad, como un amor ciego: “Irme de Holguín será muy difícil, quizá no sea el mejor lugar del mundo, pero amo este lugar. Los holguineros mantenemos cierto urbanismo, conservamos cierta forma de comportarnos. Hay intelectualmente un mundo bien interesante. Somos emprendedores”.
Entonces, off the record, nos ponemos hablar de la vida, de Cuba y su estabilidad, de los jóvenes, de la emigración, hasta de la mala suerte que tuvo el mismísimo Calixto García y sus sufrimientos. Y grabo, en la mente, el ruido intenso de los carros que pasan y avisan un mediodía agitado, unos dibujos hermosos sobre lugares de Holguín en su sala, varias fotos de familia. Grabo, sobre todo, la pasión desmedida que invade su rostro.
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