“Vine al mundo para ser zapatero”

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Me atrajo el ruido de las máquinas y el sonido singular del martillo sobre una superficie de madera. Pregunté por el más joven y me indicaron la mesa de la esquina, donde se encontraba él, rodeado de un sinnúmero de zapatos, a los que intentaba alargarle la vida útil.

Humildemente, accedió a conversar conmigo. Trae en los genes sencillez, bondad y osadía pues no hay misión o situación adversa que lo detengan. Ernesto Cabrera de La Rosa disfruta lo que hace, es zapatero remendón y ha asumido el reto de satisfacer a cada cliente, desde su llegada a la Reparadora de Calzado 2001, ubicada en la calle Maceo, entre Aguilera y Frexes, en la ciudad de Holguín, hace cinco años.

“Cuando te vas a dedicar a algo la vida entera debes ponerle amor, porque te vas a levantar todos los días a trabajar y si estás disgustado o desilusionado, no lo haces bien, cambias de trabajo y es necesario buscar estabilidad. Te tiene que gustar”, asegura el joven de 25 años, quien escogió para ejercer uno de los oficios más antiguos del mundo.

Primeros pasos en el oficio...

“Cuando estaba en noveno grado tuve la posibilidad de hacerme obrero calificado y me tocó zapatería y talabartería, es decir, el trabajo con el calzado y con las pieles. Comencé en la Escuela de Oficio cuando tenía 15 años e hice las prácticas. Después del Servicio Militar tenía otras aspiraciones. Matriculé en la Universidad, en la carrera de Economía, y cursé el primer semestre, pero se me hizo difícil continuar. Entonces, fui tabacalero, trabajé en Acueducto Municipal y luego comencé aquí.

“Me fui dando cuenta de que uno viene a la vida para algo y yo vine al mundo para ser zapatero. Me llama mucho la atención y me deleita porque no solo se trata de la reparación del calzado, sino también de su confección, y la comodidad del cliente con lo que lleva puesto. También tiene su matemática, sus detalles, su arte”.

¿Cómo organizas el trabajo?

“Presto todos los servicios. Clasifico el trabajo en la mañana, según me van llegando y la necesidad de cada cliente. Los de reparar y remontar los pospongo para el horario de la tarde o el fin de semana. Si alguna persona necesita un calzado nuevo, lo coloco con el de la remonta.

“La remonta lleva tiempo, son varios procesos: confeccionar, preparar, coser, montar y terminar. Mientras que el procedimiento de reparar consiste en pegar, coser, poner tapitas y suela, lo hago durante la mañana. Lo ubico según la demanda de trabajo, siempre les hablo claro a los clientes y nos ponemos de acuerdo, porque la comunicación es muy importante".

Vivencias en el establecimiento...

“Con el tiempo, he acumulado muchas experiencias. He atendido a personas que tienen un solo pie, otras con el pie muy ancho y adolescentes bailarines que necesitan zapatos adecuados. Durante los festivales realizados en el teatro Eddy Suñol, llegan hasta aquí actores de los grupos de teatro Etcétera, Caricare…a quienes les he prestado mi servicio. Me complace servir a la población.

“Recuerdo con mucho cariño la ocasión, cuando una cliente acudió a mí para resolver su problema; no podía usar cualquier tipo de calzado porque usa una adaptación ortopédica. Yo no hago la adaptación, pero sí el calzado. Una vez elaborado, al gusto de ella y a la medida de su pie, le tramité con otros compañeros que se dedican a la atención de casos como el suyo. Ella sintió alegría y complacencia. Cada vez que la veo, anda con el zapato que le hice y me da mucha satisfacción”.

¿Qué lugar ocupa la zapatería en su vida?

“Ocupa un sitio muy importante, pues ha sido la vía de mantener a mi familia. Vivo con mis dos hijos, mi esposa y mi abuela, quienes junto a mis padres han sido la inspiración para continuar. Me ha permitido conocer a muchas personas, porque no es un servicio para el pobre o el rico, sino para quien lo necesite. Esta es mi segunda casa. Aquí no he parado de aprender, en este oficio siempre hay algo nuevo y eso es bueno, porque el conocimiento no pesa.

“Para trabajar uso diferentes tipos de pegamento y cada uno tiene su uso específico, con el que preparo no puedo hacer otras cosas. Se necesita que el calzado esté en buen estado para que tenga consistencia”.

¿Siente predilección por un tipo de calzado?

“Algunos que se me hacen más cómodos de reparar, por ejemplo los que son abiertos, principalmente de mujer. El de hombre es más trabajoso y requiere de mayor concentración. Hay muchos pasos a seguir que no puedo violar”.

¿Tiene alguna herramienta sin la cual crees no poder trabajar?

“Todas son imprescindibles porque cada una tiene un uso particular. Para la confección, la pinza de montar porque es la que contribuye a la terminación, y en el caso de la reparación tienen mucha importancia la aguja y el hilo para garantizar la duración del zapato”.

¿Experiencias?

“Recuerdo las prácticas del inicio, se hacían martes y jueves, pero yo hablé con Ramón Mora, un compañero de aquí, para asistir también los sábados como ayudante. Ese día era de mucho movimiento de personas y la zapatería se mantenía llena. Lo hacía con el objetivo de aprender.

“En mis inicios fui muy atrevido, recuerdo que una cliente me llamó a la casa por la necesidad de que le confeccionara a su hija un zapato de tacón que sonara, pues la niña formaba parte de un grupo de baile. Yo no tenía el conocimiento para hacerlo, pero acepté el reto. Me apoyé en varios compañeros porque yo tenía la idea pero no sabía cómo materializarla.

“Mandé a hacer el tacón con un carpintero. Compré el resto de los materiales y pusimos manos a la obra. En la tarde-noche marcamos las piezas, las picamos y cosimos. En la noche lo terminamos y llamé a la clienta. Quedó bien hecho, pero no cumplía con la función principal porque el tacón era cuadrado, a partir de ahí aprendí que el de bailarina lleva una copa arriba y debe tener clavos para que emita el sonido.

“Admiro a los zapateros de antes porque trabajaban con materiales en crudo y debían conocer el secreto de cómo tratar las pieles. Aquí han venido personas con zapatos muy antiguos y bien confeccionados. Recuerdo a un señor que vino con uno de corte inglés y me dio mucho gusto repararlo. Ahora la mayoría son sintéticos, se utiliza más el calor y las máquinas”.

Entre tenis, sandalias, zapatos bajos o de tacones, botas… transcurren las jornadas de Ernesto, nada pasivas en estos tiempos cuando los salarios astronómicos imponen alargarle el tiempo de vida útil a cada una de estas piezas que resguardan nuestros pies. A él nada lo reconforta más que ver dibujada en el rostro de cada cliente la sonrisa de satisfacción por recibir, como nuevo, su calzado.


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