La mulatísima de Las Brisas

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dependiente brisas 01Fotos: De la autora

La sonrisa es su distintivo de presentación, la esparce como sonido de cascabel de un lado a otro por donde camina ágil y presurosa, para atender a los que la reclaman.

Así es siempre, no hay días malos para ella, aseguran los que la vieron llegar siendo muy jovencita, hace ya 25 años, al Hotel Las Brisas, donde se desempeña como dependienta gastronómica en el departamento de bares.

Por eso, hace algún tiempo, se le ve en el principal, en el mismo centro de esta instalación turística, el Bar Compay con servicio 24 horas para huéspedes y, desde luego, con alta demanda y afluencia de público por encontrarse aledaño a la piscina.

Los que la distinguen risueña, caminadora y bandeja en manos, sobre la cual van los pedidos de los consumidores, de siete de la mañana a tres de la tarde, no se imaginan que al sonido de la alarma del teléfono, de las cuatro de la madrugada, salta presta de la cama, para alistarse ella y antes de irse adelantar un poco los quehaceres de la casa, donde queda la hija, con dos niños pequeños, sus nietos, “del alma”, como remarca ella, con una dulzura reflejada en todo su rostro.

Muchos duermen aún en el reparto Vista Alegre, en la ciudad de Holguín, cuando Carmen María Zaldívar Hidalgo camina ligera por las calles directo al punto donde la recogerá el ómnibus a las 5:15 am, que debe trasladarla hacia Guardalavaca junto a otros colegas del polo turístico.

Y todo esto lo cumple meticulosamente, de manera habitual, en un día normal de buen tiempo y electricidad, pues si llueve, hace frío o la coge el apagón es más engorro el asunto y, peor aún, si falla la guagua y entonces es a coger botella se ha dicho o pagar una máquina, porque lo que sí no puede ocurrir es que se quede en casa, pues allá en el hotel hay un compañero que cubrió el turno de la madrugada y requiere ser relevado y también habrá huéspedes a la espera de ser atendidos.

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Así ha sido desde que Carmela -como escuché llamar a esta mulata alta y gentil-, se incorporó a Las Brisas apenas cinco años después de la apertura de esa instalación del Grupo Cubanacán y ella estar recién graduada de servicios gastronómicos de la escuela de Hotelería y Turismo, en el municipio de Rafael Freyre.

“He rotado por casi todos los bares del hotel, pero hace un tiempo acá estoy fija en este y en el turno de siete de la mañana a tres de tarde, porque era de Banes y al mudarme para Holguín se hizo difícil cubrir los otros horarios, de 3:00 a 11:00 pm y de esa hora a 7:00 am, por dificultades con la transportación, pero cuando hay que quedarse aquí estoy sin problemas. En el hotel nos preparan las condiciones para pernoctar en caso de ser necesario”, explica.

Recalca que “aquí los días son fuertes, pues el “Compay” es el centro del hotel y no cierra, son las 24 horas sirviendo de todo lo que haya en oferta”. “Apenas llegamos es atender las más de 20 mesas. Creo que camino algo comparable de Guardalavaca a Holguín y viro. Se descansa los minutos del almuerzo o de la comida y si nosotros hacemos esa labor, pues imagínese los que se encargan de preparar todos los pedidos de los clientes”.

Pero esto no mella en nada su estado de ánimo y la jovialidad la trasmite por doquier. “Mi máxima es que los turistas esperan lo mejor de nosotros, vinieron a descansar, pasar unos días felices, nos escogieron a nosotros y en recompensa tenemos que hacerles vivir los mejores momentos”.

“Ellos no tienen la culpa que viajemos varios kilómetros para estar acá en tiempo, nos hayamos levantado tan temprano o doblado turno, tampoco si no tuvimos corriente o no dormimos bien, en fin, ellos no son culpables de nuestros problemas personales o laborales, entonces el que viene hasta acá merece la mejor de las atenciones”, acota cada frase, aclarando que no es solo ella, esa es la manera de actuar del colectivo en general.

A esta banense de nacimiento y holguinera hace 16 años, la expresividad al hablar es otro de sus dones, es como si quisiera trasmitir o recalcar sus sentimientos o lo que piensa en cada gesto de sus manos, la mirada, su sonrisa.

Por eso hace fácil la conversación, durante la cual compartió la satisfacción que siente de trabajar en este lugar y para confirmarlo relata que cuando fue a inaugurarse el “Almirante”, ella, como muchos del colectivo, no correspondió a la oferta que les hicieron de trasladarse para allá. “Este hotel me ha visto crecer, en todos los sentidos”.

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“Este es un lugar que amo, mis compañeros son la prolongación de mi familia”, acota y la entiendo más, al conocer que lidera el Buró Sindical del hotel con sus 11 secciones sindicales que responden a los distintos departamentos del hotel, entre ellos bares, restaurantes, cocina, animación, ama de llaves, recepción, higiene y seguridad, donde están afiliados al Sindicato de la Hotelería y el Turismo los 420 trabajadores de la emblemática institución de descanso.

Siente que ya no puedan reunirse como antes, por los problemas con el transporte, aunque no por eso dejan de hacer sus asambleas por áreas y en cada una de ellas analizan como temas principales la calidad de los servicios, la satisfacción de los clientes, la eficiencia económica y el ahorro de portadores energéticos, sin olvidar nunca los criterios, el sentir, las preocupaciones de los trabajadores.

“Mis compañeros me responden siempre, antes cuando era la secretaria de bares durante 10 años y también desde que hace cuatro asumo la del Buró. Lo fundamental es la unidad que nos caracteriza y el apoyo entre los factores del centro, con amplia colaboración del Consejo de Dirección, por eso, hay resultados en la emulación a nivel de municipio y provincia”, explica.

De manera particular enalteció la labor destacada de la sección sindical de restaurantes, la mejor, resalta con mucha seguridad y también la de higiene, que aunque pequeña, sus obreros, casi todos con mayoría de edad, aportan mucho, tratan de apoyar en todo con su secretario al frente, el compañero Artires.

A pesar de ser joven todavía, para reafirmar su apego al colectivo, no duda en testificar que “aquí estaré hasta mi jubilación” y con el encargo de trasmitirle a todos su filosofía de que “la sonrisa rejuvenece, transfiere buena vibra. Algunas veces tenemos clientes resabiosos o malhumorados, por algún problema que les aqueja y poco después de estar en el hotel, sentir la amabilidad del colectivo compartir, como familia que somos, se les ve un cambio radical en su comportamiento y rostro”.

“Le digo siempre a mi gente, sonrían, para que los visitantes se sientan seguros, importantes, felices”, señala.

El día de la conversación no fue de los más duros en el hotel, pero de igual manera imaginé a Carmela regresar agotada al hogar, aunque con la misma sonrisa en sus labios y buen ánimo al abrazar a los nietos que le daban la bienvenida desde la puerta, y ella rápida quitarse los zapatos, el uniforme y ponerse cómoda, para, sin pérdida de tiempo, “prenderse” a trajinar en la casa junto a su hija… A la mañana siguiente la esperaría una nueva jornada por vencer desde poco antes del cantío de los gallos…


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