Héroes sin capa
- Por Rosana Rivero Ricardo
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Todos los días se levanta con la misma idea: “Voy a transformar el mundo”. Pero ni Marvel, ni DC, ni Fox o Sony le tienen como protagonista. El superhéroe, justo a las ocho de la mañana, se quita la capa. Todos sus superpoderes se concentran en la primera frase de su día a día: “Vamos, niños, pasando al aula”.
Su batalla por el conocimiento es grande. Sabiduría, amor, paciencia, pedagogía, pizarra y tiza son algunas de sus armas. A veces no es suficiente. Los tiempos son difíciles. Cual Quijote, se bate contra los molinos de las incomprensiones de algunos padres que les achacan las malas notas de sus hijos. Cual David, se enfrenta al gigante de las nuevas tecnologías cuando en el aula no se usan para aprender. Cual Harry Potter, intenta hacer magia para invisibilizar las escaseces a sus alumnos.
Foto: Elder Leyva
Y ahí los ves, borrando con paciencia el cuaderno de trabajo del curso anterior para que pueda ser reutilizado; arreglando con vocación de artesano un libro de texto que parecía insalvable; preocupado por la tristeza o la agresividad o la intranquilidad de un alumno que no rinde como antes…
Y ahí los ves, haciendo las veces de sicólogo o confesor, escuchando con empatía historias de dilemas familiares, amores frustrados, primeras veces… Otras, es economista para aumentar los materiales escolares que a veces, con pena, debe pedir a los padres; o estirar el dinerito de ese día para compartir una meriendita con alguno de sus alumnos que siente como hijos. En ocasiones, se las da de periodista, porque le encanta difundir los logros de sus estudiantes como aquel que ganó un concurso Leer Martí, o se llevó la medalla de oro en una olimpiada de Química, o egresó con cinco puntos de la universidad.
Al final del mes, solo le pagan como maestro y esta debería ser la profesión mejor pagada de todas: de ella nacen todas las demás, de ella depende el futuro de la humanidad.
Foto: Heidi Calderón
Puede que, al día de hoy, te preguntes para qué te sirven en la matemática de la vida los trinomios cuadrados perfectos o las raíces cuadradas. O ya no te acuerdes qué función tienen las vacuolas en una célula o el símbolo químico de un gas noble o qué rayo es un hiperbatón o sinalefa. Pero seguro recuerdas al maestro que te dio un buen consejo, sembró la semilla de la curiosidad, el conocimiento, la sabiduría; y fue la brújula que mostró el norte de la profesión más atinada con tus aptitudes.
Cuando te topas con tu engavetado título de obrero calificado, técnico medio, licenciado, ingeniero, máster o doctor o lo admiras desde un cuadro colgado en la pared principal de la casa, sabes que ahí están representados todos tus maestros: la seño que te enseñó el mundo de los colores y las figuras, la maestra que corregía tus modales y tus cuadernos con caligrafía perfecta, el instructor que cultivó tus aptitudes artísticas, el entrenador que te empujó a la carrera deportiva, el profe jubilado que en horario extraclase te repasaba para pruebas de ingreso, aquel que te ve en la calle, te recuerda y hasta te comenta alguna anécdota de tu etapa de estudiante…
Todo sueño en la vida comienza con las huellas de un héroe sin capa y con sus palabras mágicas: “Vamos, niños, pasando al aula”.