Sebastián necesitaba ayuda

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Un día, Sebastián comenzó a sentirse triste. Aquel sentimiento llegó de pronto para invadir cada rincón de su ser y trastocar la vida que conocía hasta ese momento. El joven se repetía constantemente que no tenía motivos, pero no podía evitarlo.

 Un profundo vacío se apoderó de él y, en muy poco tiempo, ya no era el de antes. Todo le daba igual: la lluvia, el frío, el calor, el día o la noche, nada parecía importarle demasiado, pues se limitaba a existir y encerrarse en sí mismo, en busca de una seguridad que nunca creyó necesitar.

Ya no tenía ganas de jugar al béisbol, salir con sus amigos o leer. El rechazo hacia esa última actividad lo alarmó, porque siempre fue un apasionado devorador de libros, pero, cada vez que cogía uno en sus manos, le era imposible terminar una página. Aquella sensación no podía ser normal.

Sus amigos tardaron poco en darse cuenta, pues Sebas también prescindió de su compañía. El solo hecho de salir de su cuarto lo agobiaba y respondía a cada invitación de su círculo social con una nueva excusa, más sin sentido que la anterior.

Quienes lo conocían, sabían que aquel muchacho jovial y amigo de todos estaba pasando por algo que nadie sabía. ¿Un amor no correspondido? ¿Un sueño profesional frustrado? Lo cierto es que decidieron darle su espacio y, aunque le repetían constantemente que allí estaban para él, aquello no surtía el esperado efecto. “Ya se le pasará”, concluyeron.

Mientras tanto, en la mente del muchacho se libraba una feroz guerra personal. Se veía como un soldado en una batalla muy oscura, que lo perturbaba y dejaba sin fuerzas en cada momento, pero en la que no había espacio para incluir a otro combatiente.

Como informático, estaba acostumbrado a trabajar desde casa cumpliendo el encargo de sus clientes, pero ni eso conseguía hacer bien. Él, siempre tan quisquilloso con su labor, veía como se le amontonaban los pedidos y las llamadas de quienes los aguardaban molestos, por el incumplimiento de las fechas.

La concentración salió del grupo de su rutina y no era capaz de atinar cuáles eran sus pendientes o cómo encontrar soluciones para resolverlos. Parecía que todo se le olvidaba, a él, que siempre hizo gala de tan buena memoria, y se ponía peor.

Culpa, mucha culpa sentía en la mayor parte de sus interminables días. Se reprochaba haber caído en ese estado y no conseguir salir. Ante sus ojos, era un completo inútil que solo daba problemas y eso lo hacía percibir todo más negro.

Dejó de comer de forma considerable, pues perdió el apetito. Siempre fue un muchacho delgado y, aunque el cambio de dieta fue imperceptible a la vista, su organismo se resintió con el nuevo régimen. Se sentía cada vez más débil y la concreción de cualquier movimiento, por muy rutinario que fuera, le resultaba complicada.

Sebastián dormía, dormía mucho durante el día y, a pesar de despertarse con una sensación de agotamiento inusual, veía al sueño como una especie de trance en el que nada dolía o hacía daño. En las noches, por el contrario, no conseguía pegar ojo y volvían aquellos pensamientos en los que ya nada tenía sentido.

En el túnel por el que transitaba no se vislumbraba el menor fragmento de luz que marcara el final y decidió poner fin a su sufrimiento. Cuando sus padres encontraron el cuerpo sin vida de su hijo, al lado de una escueta nota de despedida, no podían dar crédito.

Sintieron que se desvanecían con la pérdida de su más preciado tesoro. El dolor era indescriptible y no podían dejar de preguntarse en qué momento las cosas llegaron a ese punto.

La verdad es que no habían notado el cambio. Trabajaban durante el día y apenas veían al muchacho que, cuando estaba con ellos, intentaba aparentar la mayor normalidad posible.

El padre y la madre nunca supieron el porqué de ese final, ni que la Organización Mundial de la Salud estima que al menos 280 millones de personas padecen de depresión, un trastorno del estado del ánimo que interfiere significativamente en el desarrollo social de los individuos.

Ya no podía cambiarse lo ocurrido, pero era un hecho que,en sus últimos meses, Sebastián necesitaba ayuda.


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