Mi ciudad, su gente y los precios
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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Foto: Alexis del Toro
Los martes, por lo regular, son los días de recorrer el centro de la ciudad, mi ciudad, esta a la que en mis años de becada (12 años) cuando nos daban pase, decía: “Vamos para Olga”, con una alegría inusitada, casi paradisiaca y acompañada de planes de los lugares o calles a visitar.
Y así lo hacía. A casi todos los de mi generación, nos complacía bajar por la calle Maceo y subir por Libertad, sin ningún obstáculo en la vía; como también, en las noches de sábados o domingos, era nuestra costumbre dar vueltas alrededor del parque Calixto García, con la mejorcita ropa y zapatos que teníamos, para entre una y otra rotación, sentarnos en los amplios bancos a conversar y a más tardar a las 10 y 30 era el regreso a la casa.
Ahora, ni lo uno ni lo otro, por el contrario aprovecho las reuniones de los martes del colectivo, para una vez concluidas, tras pasar, con mucho trabajo por cualquiera de los corredores aledaños a la Plaza de la Marqueta llegar a la esquina del parque central y de ahí caminar por las principales calles, comercios y otras unidades de expendio, donde se propone de todo y lo que menos una se imagina.
En ese ir y venir escucho las más diversas conversaciones. Se ve y habla de cantidad: de compra de “americano”, de colas interminables, cajeros automáticos sin dinero, de lo que hay y también de lo que no encuentran; de pasarelas de pago sin pago y, peor aún, del cobro del 10 por ciento si acceden a vender por Transfermóvil o Enzona; aunque la mayoría, por lo regular, cae en el gran problema del día a día, los precios de los productos.
Unos sin pelos en la lengua, al escuchar la cifra adornada de muchos ceros, vociferan, “pero eso es un abuso”, y claro que no les falta razón, pues hay vendedores, bueno los que dan la cara al cliente, que dicen mil, 3 mil, 10 mil hasta etcétera, como si dijeran cinco, 10 o 100 pesos.
Entre lo mucho que se oferta, no son pocos los artículos o bienes que clasifican entre renglones de primera necesidad, otros lo son menos, pero que a la larga todos hacen falta, unos para garantizar el aseo personal o del hogar, otros imprescindibles en la familia, más si es un producto destinado a corregir un incidente doméstico o los alimentos, que se requieren todos los días, sobre todo si en la casa hay niños pequeños, escolares, embarazadas, enfermos y personas mayores.
Este último martes coincidimos en la calle Garayalde con dos inspectores integrales, quienes regresaban al mediodía, a pie y muy sudorosos, luego de visitar varios mercados y puntos de venta dentro de la ciudad. Andaban insatisfechos de labor de ese día, por muchos motivos, pero los principales se relacionaban con la cantidad de indisciplinas a enfrentar para la exigua cantidad de personal existente en la tarea y el más preocupante y que requiere de una decisión de gobierno: regular precios minoristas máximos a un número mayor de productos de primera necesidad, pues muchos de los que hoy se comercializan es a lo que quiera el que manda al de atrás de un mostrador, empuja una carretilla o el que pone una mesa o estante en cualquier lugar y a vender se ha dicho.
Igual es el sentir del bolsillo de la mayoría de la población, que con justeza reclama que, además, del pollo troceado, aceite comestible, detergente en polvo, pastas alimenticias, salchichas y leche en polvo, se incluyeran el huevo y otros tantos productos del agro en la Resolución 225/2024, del Ministerio de Finanzas y Precios (MFP), para poder solventar un poquito la dureza de estos tiempos.
Por lo pronto, espero que todas las fuerzas se junten por luchar bajar precios, pero mientras tanto se logre esto y haya más producciones agrícolas y un respiro en la industria nacional que nos garantice renglones esenciales, también estimo es preciso actuar de manera consecuente y ejemplarizante contra los que, hoy por hoy, hacen caso omiso a la Resolución antes mencionada y a otras tantas, que regulan el comercio de productos en Holguín, pues el pollo, la leche en polvo u otros renglones no se venden en la actualidad en lo establecido en la mayoría de las mipymes y por trabajadores por cuenta propia y hasta algunos, para violentar lo definido, han optado ahora por el convoyado de productos, lo de ellos es no perder.
Mientras tanto seguiré recorriendo mi ciudad, escuchando a mis coterráneos e insistiendo porque los precios alguna vez sean más accesibles al bolsillo de la mayoría.