El caso reparto: marginalidad institucionalizada.

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Para entender el fenómeno del reparto tenemos que remontarnos a años pasados, cuando las máximas autoridades exigían la sustitución de importaciones en sectores que no prescindían de la industria extranjera; cuando bien el cubano podía realizarlo y ahorrar millones de pesos al país.

El reparto se lo tomó muy en serio y empezó a generar, como una máquina inagotable, ilustres cantantes y temazos: género musical “made in Cuba” del que no es ajeno ni el más escéptico.

Y es que vamos a pensar: ¿por qué tendríamos que permitir la interferencia de la industria extranjera cuando tenemos a estos nuevos talentos?

Siempre vendrán los que lo refieren como género que alude a la misoginia, al machismo, la vulgaridad, la sexualización explícita, apología de la violencia y el delito, materialismo, superficialidad, falta de originalidad y profundidad, mediocridad, marginalidad, entre otros eufemismos rebuscados, para lucir sabios ante lo que llaman “decadencia cultural”.

Por otro lado llegan los discursos para blanquear la mediocridad y decir que es un reflejo de nuestra identidad.
Ahora, analizando, tal vez lo que puede mostrar su éxito, es la degradación continua de la sociedad, ¿o es al revés? Pues esta música, más allá de ritmos pegajosos, no dice nada…

De este “género” podríamos comparar canciones de distintos periodos de tiempo, para preguntaros al final: ¿se puede hablar de una evolución?

Por supuesto que no: letras vacías, ritmos monótonos que no pueden hallar la renovación y si se acaban las pocas ideas, siempre tienen la vieja confiable de utilizar una canción reconocida (creativos hasta con música infantil) destriparla y hacer con ella una versión (copia) bastante atractiva al oído.

No se puede poetizar un género cuando sus letras son insípidas y no tienen coherencia. La justificación de que nació en los barrios más humildes, y por tanto, argumentar con esto su contenido vacío como elemento primordial del género; es tener la incapacidad de entender cuando algo tiene valor artístico o cultural.

No es ser pesimista con el tema, diciendo que la música murió hace años… que a todos nos vendría bien escuchar a Mozart en un fiesta etc… No, la cuestión es que puede surgir nueva música popular sin caer en lo banal.

Mientras este “género” siga utilizando fórmulas repetitivas, reduciéndose a sí mismo, continuando con la promoción de estereotipos machistas en sus interpretaciones; no la podremos incluir como parte de nuestra identidad cultural.

De alguna forma esta música solo se enfoca en “pegarse” y vender. Más allá de su popularidad, adolece de elementos que lo respaldan como una expresión musical genuinamente valiosa.

Un género no es superficial por ser popular, sino por conformarse con lo fácil. Si busca trascender, debe equilibrar accesibilidad con ambición artística.

La música comercial no es "mala" en sí misma, pero su predominio sin contrapeso puede empobrecer el panorama cultural. Como en todo, el equilibrio es la clave.

¿Podrá el reparto darse un lavado de cara?

El problema es buscar legitimarlo desde la institución y tratar de imponerlo, cuando en realidad ocurre lo opuesto: los fenómenos culturales son validados o no por la propia sociedad.

Dejemos entonces que el tiempo diga si sus defensores tenían razón al hablar del nacimiento de un género cubano auténtico. O escuchemos celebrar a sus detractores, cuando nadie se acuerde de esa música que tildaban de vulgar, la que hace un tiempo fue una tortura rutinaria para ellos.


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