Llevaba una vida normal. Un día comenzó a visitar cada tarde el bar cercano a su trabajo. Lo que empezó como una manera de "despejar" se convirtió en costumbre, vicio, adicción. De a poco comenzó a perder el interés por su profesión. El abandono y la desidia invadieron las tierras y los cultivos que tenía. Comenzaron los problemas familiares, las discusiones con su esposa y los enfrentamientos con su hijo ya adolescente. Tenía casi 40 años cuando la bebida se hizo parte de su vida.
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Caricatura: Martirena
Una pareja de amigos la invitó a comer y compartir un rato. La joven accedió y quedaron en verse en un café, ubicado en el centro de la ciudad. Cuando llegaron, sobre las cuatro de aquella tarde de enero, preguntaron a la dependienta si aceptaban transferencia.
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