La versatilidad del Bronce
- Por Claudia Arias Espinosa
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La historia suele comprenderse mejor cuanto más distantes nos ubicamos respecto a ella. Solo desde la distancia la mirada puede apreciar el horizonte; la visión del fenómeno se vuelve global. Pero a veces, tanta es la lejanía que los matices se opacan. Se pierden los detalles, que pudieron ser insignificantes o decisivos. Se pierden, y es lo más doloroso quizá, las esencias de los hombres.
Aprovechando el contexto (el 7 de diciembre de 1896 cae en combate), analicemos el caso de Antonio Maceo, ¿quién lo duda?, uno de los grandes de la historia cubana.
Su padre le había enseñado el manejo de las armas y su madre, la disciplina férrea que le ocasionara una pasajera tartamudez en su infancia. Recién casado se unió a la Guerra Grande, dos días después de iniciada. Tras su primer combate, ascendió a sargento y hacia 1878, ya era Mayor General.
“Con el desarrollo de la guerra fueron madurando sus cualidades como combatiente y como jefe, a las que unió exigencia, refinamiento, educación y cortesía, rasgos que le atribuyen quienes lo conocieron y que no pasaron inadvertidos incluso para adversarios cormo el general Arsenio Martínez Campos, quien le reconoció su estatura de general”, señala Jorge Ibarra, en el libro Maceo en el tiempo. Acción, pensamiento y entorno histórico.
El vigor físico de Maceo era excepcional, casi mítico. Resistió 27 heridas. Resistió el racismo existente entre muchos civiles del gobierno de la República de Cuba en Armas. Resistió el Pacto del Zanjón. Y cuentan que quienes le propusieron atentar contra la vida de Martínez Campos tuvieron que huir del campamento tras su enérgico rechazo.
Ahora bien, por solo citar un ejemplo, en el sitio digital guije.com se lee: “De otros cubanos fue la tarea de escribir; de Antonio Maceo pelear, luchar sin tregua, sin descanso. De otros, dar alas al pensamiento y luz a la idea: de él, subir lomas, vadear ríos, recorrer largas jornadas. (…) En la batalla tuvo su escuela, en las armas, sus libros; de guía, el corazón. No fue, pues, un pensador, sino un guerrero genial; el Héroe por antonomasia…”
Es este un ejemplo de cómo nuestros héroes suelen percibirse a través de estereotipos rígidos; sin embargo, la historia no puede asumirse con pereza. Dignas y vitales por igual son las batallas que se libran con el machete o con la pluma. El propio Martí escribió de Maceo que a la patria “con el pensamiento la servirá, más aún que con el valor”.
En mayo de 1876, el Presidente de la República en Armas, Don Tomás Estrada Palma, recibió una carta de Antonio Maceo pronunciándose en contra de quienes pretendían dividir a los cubanos al esgrimir intereses particulares y mezquinos, que afectaban directamente el proceso revolucionario.
Cuando Vicente García lo exhortó a sumarse al motín sedicioso de Santa Rita, Maceo respondió negativamente. En carta fechada en julio de 1877, le advirtió “que no vuelva a proponerle asuntos tan degradantes” y lo catalogó como “portador de intereses particulares que no comprende los intereses patrios”.
Perspicaz, le planteó, además, que “los errores cometidos por el gobierno tendrán como principal censor la Cámara y para esta, el pueblo”, al cual le atribuyó “la responsabilidad de juzgar oportunamente los aciertos y desaciertos del presente”.
En 1890, en el Hotel Venus, de Santiago de Cuba, el joven Hernández Mancebo manifestó que Cuba, por fatalidad geográfica, debía ser algún día una estrella más en la bandera de los Estados Unidos. Maceo replicó en el acto “que sería el único caso en que tal vez estaría yo al lado de los españoles”.
Se había establecido en Honduras y, tras ocupar varios cargos, se desempeñaba como Comandante de Puerto Cortés y Omoa, al momento de recibir la carta de Martí, pidiéndole que se sumara a la nueva etapa de lucha, que comenzaría en 1895:
“No conozco yo, General Maceo, soldado más bravo ni cubano más tenaz que Ud. -Ni comprendería yo que se tratase de hacer (…) obra alguna seria en las cosas de Cuba, en que no figurase Ud. de la especial y prominente manera a que le dan derecho sus merecimientos…”
En este punto, sobran las explicaciones sobre el pensamiento, la ética y la versatilidad del bronce.
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