Consultoría psicosocial en línea. Reaprendiendo a estar en casa
- Por Marybexy Calcerrada Gutiérrez*
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La situación actual, provocada por la pandemia de la COVID-19 en el mundo ha desencadenado un cambio radical en la vida cotidiana de los seres humanos. El distanciamiento y el aislamiento social como únicas curas ante la infestación por el virus puede provocar distintos síntomas de ansiedad, malestar emocional, depresión, estrés, entro otros, que pueden afectar el funcionamiento familiar, la estabilidad emocional y la salud mental y general.
Ante esta crisis y con el objetivo de realizar un acompañamiento psicosocial a las familias holguineras, para mitigar los impactos, que puede generar la situación actual, nace este espacio de consultoría en línea en el que prestigiosos especialistas del Capítulo Provincial de la Sociedad Cubana de Psicología, y el departamento de Psicología de la Universidad de Holguín, estarán atendiendo a las preguntas e inquietudes, que usted podrá remitir a este medio a través de los comentarios.
La apertura de este espacio se realiza además en el Día de la Psicología cubana, que se celebra cada 13 de abril en homenaje al natalicio de Enrique José Varona, sirva entonces como merecido reconocimiento en su día, a todos los profesionales de la psicología del territorio.

Los tiempos de crisis cortocircuitan nuestros equilibrios habituales, esos caminos trazados, que cuando se hacen extensos automatizan nuestro andar. El cumplimiento diario de los roles cotidianos, que utilitariamente garantizan nuestras necesidades básicas, mecaniza nuestra existencia cuando no se realiza desde la participación, sentida como un propósito de vida con calidad. Acostumbramos a salir de casa, pasar muchas horas en el afuera con la ilusión y también logros concretos en la dirección de favorecer las condiciones de nuestro hogar. Paradójicamente, lo que es parte sustancial del propósito-meta: el mejoramiento de nuestra existencia más íntima se desdibuja en la gestión económica, que de la supervivencia al consumo ha entorpecido la capacidad, para estar en comunión en casa.
La casa, el hogar, no es meramente una edificación amueblada para subsistir o decorar estéticamente; es sobre todas las cosas espacio de diálogo, afecto, lugar de contención y rehabilitación ante momentos adversos. Pero lo que es más esencial se naturaliza y en el acostumbramiento deja de apreciarse suficientemente; en consecuencia, se desaprende cómo incidir conscientemente en la conservación y enriquecimiento de eso, que reconocemos como lo más valioso.
La crisis social, esta vez, propiciada por un evento patógeno, nos conduce de vuelta al ámbito domiciliar. El confinamiento forzado correspondiente a esta ocasión hace emerger fortalezas y debilidades como es característico de los momentos críticos. Una vieja deuda aparece: la inhabilidad para intimar con parte de nuestros más allegados. Aunque por motivos mórbidos, es esta una oportunidad, que ya algunos han reportado, para dedicar tiempo a los que más próximo duermen a nosotros. Los que obviamente coexisten con nosotros, pero no siempre conviven desde la estrechez de una buena conversación ante la mesa, ahora más reposada; o luego de un audiovisual; o hasta junto al muro de un balcón o portal, soporte para una crónica familiar.
Hay preguntas que si aparecen conscientemente ya encaminan soluciones ¿Cómo se ocupa el tiempo junto a los niños? el qué hacer sin respuesta fácil pone a relieve la precariedad de nuestros recursos, no precisamente materiales, para llenarles el tiempo de estímulos que les ayuden a crecer auténticamente sanos, que es lo mismo que decir felices. En su lugar los fines de semana y los periodos vacacionales se vuelven desafíos para la familia que entre amonestaciones y audiovisuales cubre ese espacio, para tales momentos, no ya tan breve. Nuestros locos bajitos, como diría Serrat, se desarrollarían de manera más integral y aportarían a la plenitud familiar si se practicara junto a ellos juegos, narraciones y toda clase de alegrías, que en ellos resulta natural.
Estos tiempos reclaman la necesidad de aprender a reconectarnos con los de casa no solo desde las rutinas habituales, es la oportunidad para transitar a superiores niveles de convivencia. Crear modos de relación, que enriquezcan la identidad familiar es una sólida manera para contenernos emocionalmente. No se precisa ser un artista para encontrar en una creación infantil o en el arsenal del Adulto Mayor una oportunidad para experimentar dicha y crecimiento a partir de alguna de estas expresiones compartidas con los miembros del hogar en las que todos podemos hacer un poco de arte.
En un contexto como el nuestro, coincidente con otros escenarios del mundo contemporáneo, habrá muchos, probablemente adultos mayores, confinados en la soledad de su vivienda. Afortunadamente habitamos en un sistema social altamente conectado, la certeza en una estructura que pone en el centro a los más necesitados es condición de amparo, factor principal para fomentar el equilibrio en tiempos vulnerables.
Prioritariamente en los hogares unipersonales hay que aprender a saludar con esperanza la visita mañanera del posiblemente joven que llama a la puerta con un mensaje de salud. Hay que aprender a esperar el sonido de los aplausos cada noche como un canto de unidad. Hay que aprender, porque toda la vida estamos aprendiendo, a sentir cada momento como un buen motivo para continuar la misión de la vida. Aunque esos momentos resulten excepcionales en la espera de la solución definitiva, hay que aprender a hacer de lo excepcional positivo un principio de vida.
El camino de la espiritualidad particularmente en tiempos de incertidumbres que no acaban constituye fundamento esencial para afrontar y superar la morbilidad y el desaliento. El encuentro con nuestros más íntimos es el primer espacio para hacernos seres con aliento de vida que entonces podremos replicar a través de todos los ámbitos de la existencia. La esperanza no declina del desenlace feliz, es parte de lo que conduce a ese final, se acrecienta en el ser colectivo, en el ánimo del más fuerte sobre el menos entrenado para un camino difícil.
Acariciamos ahora la idea de volvernos a abrazar con nuestros cuerpos, la enseñanza de este tiempo aciago es descubrir cuánto vale ese cuerpo a cuerpo y no volverlo nunca más rutinario. Mientras esperamos ensayemos con creaciones espirituales el reencuentro humano sin barreras. Ahora que se nos pide detenernos ante el mundo del afuera, reconfiguremos el de adentro, seguramente saldremos mejores humanos luego de este período en el que habrá trascendido lo más valioso.
*La autora es M. Sc. en género y Dra. C. en Ciencias Filosóficas. Jefa del Departamento de Psicología de la Universidad de Holguín y profesora titular del mismo. Miembro de la Junta directiva provincial de la Sociedad cubana de Psicología en Holguín.
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