29 DC

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Ruben Covid

Ayer, se cumplió un mes de mi egreso del hospital militar. Cuando sufres una enfermedad o una experiencia traumática, comienzas a calcular el tiempo a partir del suceso. Hoy es mi día 29 DC: Después de la COVID. Y el día 15 DAE: Después del Alta Epidemiológica.

Recuerdas aquel día. En tu mente aturdida danza un torbellino de pensamientos. Ves personas desprotegidas con ingenuidad letal. En las redes sociales, cumpleaños infantiles, parrandas familiares, colas abarrotadas. Piensas en los efectos del virus en un bebé, en que la fibrosis convierte en corcho los pulmones, en la agresividad del tratamiento…

Llegas y los vecinos te saludan con distante afecto: también para ellos ha sido difícil, dos amigas declaradas como contactos fueron al aislamiento y la cuadra se encuentra bajo vigilancia.

Saltas el muro porque olvidaste la llave de la verja. Los perros enloquecen. Mientras estuvimos hospitalizados, vecinos y amigos les alimentaron desde la acera, con precaución. Los perros saltan, ladran, caracolean; tienen los ojos llenos de preguntas. En el instante de abrir, estallas contra el vano de la puerta. Una vecina te dice: ¡Ya todo pasó! Otra te conmina a entrar a la casa, siente pudor del llanto ajeno.

Huele a soledad. Fue fumigada minuciosamente, pero el polvo se ha acumulado. La asepsia extrema del hospital te ha vuelto escrupuloso: todo parece sucio, peligroso, oscuro. Prendes todas las luces. Te preparas un café con leche. Oscuro, caliente, amargo. Lo sorbes despacio, redescubriendo el olfato. Disfrutas el silencio.

En una bolsa echas sábanas, cortinas, la ropa que traías puesta. Asperjas cloro compulsivamente por todas partes. Te lavas las manos una y otra vez. Que no falten el hipoclorito, los desinfectantes, el detergente.Telefoneas a tu madre y a tu pareja, a quien le darán el alta al día siguiente. No preguntas la razón de los largos silencios en el auricular.

Piensas en los ingresados. La despedida fue rápida, sin tiempo para ponerse sentimentales. Escuchas las señales del cuerpo: cansancio al estar de pie, falta de aire cuando subes escaleras, dolores musculares, taquicardia que permanece al cabo de un mes. Se lo informarás a las doctoras que pasan cada día, ellas confirmarán que son secuelas; asegurarán el seguimiento por el área de salud.

Tomas un largo baño caliente, colocas sábanas limpias y abres las ventanas. Es viernes y día de cierre. El Periódico ha vuelto a la (nueva) normalidad, con un triunfo: 17 contactos y ningún contagio. A las  9 de la noche, renace el periodista. Ese bicho refractario ha conseguido una historia, aunque haya tenido que enfermar para contarla.

Es la historia de la lucha de los holguineros contra el nuevo coronavirus.Un relato de sacrificio y sanación, protagonizado por los hombres y mujeres de la Salud Pública, desde el consultorio hasta ese bastión de la asistencia médica que es el hospital militar Fermín Valdés Domínguez.

“Tienes una página, pero tu crónica es muy extensa”, te dicen por teléfono. Debes prescindir de la mitad del texto sin quitar lo esencial. Cuando termines, habrá cuatro páginas por revisar. No es problema: te han regalado dos maltas y tienes toda la noche por delante.

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