7 Abr 2025 - 21:2

Martí y la relación ética-estética de su obra

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Jose Marti 1

 

Kant planteó una buena receta para descubrir la objetividad en el bien y el mal a finales del siglo XVIII. El importante filósofo propuso medir si una conducta era buena o mala en base a si era universalizable.

 

Martí, con su carga de valores, extraídos del arte, la política, la historia, la guerra, y la sociedad misma, enlaza los hilos que conforman una especie de red ética- estética.

 

Para entender mejor hay que acudir a su obra. Ejemplo es su drama “Adúltera”, en el cual subyace un planteamiento dicotómico entre la belleza física, el deslumbramiento de las cualidades externas y la ética que debe sustentar la relación de pareja basada en el amor.

 

El maestro, que en esta etapa era muy joven aún, pues recién salía del lacerante presidio, escribe con su visión bisoña al respecto:

 

El amor no es “ese deseo de los ojos que quema con su ardor la pureza del alma que incautamente los mira” (T.18.p.48) sino la expresión espiritual de dos seres que se conocen, se acarician y en esa simbiosis se elevan por encima de lo intrascendente de la vida.

 

Es ahí donde se aprecia el afán de buscar lo auténtico en los sentimientos, en la interioridad humana, en ese motivo que nos hace sentir plenamente satisfechos, a gusto, sin atender lo material o físico.

 

Orestes, seudónimo con que Martí firmaba sus crónicas, consideraba que el patriotismo es la metacategoría de la ética. En la Edad de Oro él decía:

“Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria.”

 

Otro escrito que testimonia su pensamiento es el cuento Hora de Lluvia, donde se puede constatar el concepto de lo bello, o su antítesis, pues el portador de los valores éticos es un hombre “soberbiamente feo”, en quien la grandeza se alza por encima de las limitantes.

 

Sin dudas, hay un mensaje implícito, como si hubiese sido escrito para hoy, ajeno a lo utópico o superfluo: “la vida debe ser diaria, movible, útil; y el primer deber de un hombre de estos días es ser un hombre de su tiempo. No aplicar teorías ajenas, sino descubrir las propias. No estorbar a su país en abstracciones, sino inquirir la manera de hacer prácticas las útiles.”(T7.p.97)

 

Nos enseña a ver lo bueno en lo bello, a encender el entusiasmo por todo lo noble, a admirar y a hacer admirar todo lo grande, pero nos deja claro que todo en exceso es dañino y debe existir equilibrio.

 

En 1882 Martí plasma un absoluto criterio, muy aplicable. “El primer trabajo del hombre es reconquistarse. (…) Toca a cada hombre reconstruir la vida: a poco que mire en sí, la reconstruye. Asesino alevoso, ingrato Dios y enemigo de los hombres, es el que, su pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les enseña un cúmulo aislado de doctrinas, y les predica al oído, antes que la dulce plática de amor, el evangelio bárbaro del odio. (T.7p.230).”

 

El ideal martiano es aplicable no solo para nuestra circunstancia histórica cubana, sino también para el orbe, hoy más que nunca deseoso de paz y justicia; es la vigencia del hombre que miró con ojos de amor a la humanidad, y desde la historia ofrece su mano franca a los que quieren forjar un mundo mejor.

 

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