Literatura vacua a un clic de esfuerzo

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De todas las consecuencias de la mala literatura, hay una que me produce especial rechazo: perder el tiempo. Es divertido imaginar a los malos autores como seres maquiavélicos que publican con el expreso fin de que desperdiciemos el día.

Durante años pensé que esta sería la mayor de mis ansiedades respecto a la lectura: deslizar páginas con la sensación de que mis horas estarían mejor empleadas en libros de mayor calidad. Por desgracia, el avance tecnológico dio a luz una nueva forma de mala literatura, más despreciable si cabe.

De ser un mero chiste sobre algún narrador inexperto, pasó a ser una realidad inquietante cuando en actividades culturales se habló del tema con plena naturalidad: escritores cuyas obras han sido creadas con inteligencia artificial.

Ahora, cuando lea, no solo tendré que preocuparme por argumentos cliché, por personajes planos, por estilos desabridos, por si mi inversión vital será recompensada; debo añadir a esa lista que las páginas que sostengo en mis manos, o con las que me quemo las retinas en la pantalla de un móvil, ni siquiera se merezcan el calificativo de literatura.

A esta problemática no opondré argumentos fáciles. No llamaré a la destrucción de las máquinas como un ludita¹ del siglo XXI. Solo resaltaré lo obvio: las inteligencias artificiales son máquinas; por más que usen palabras bonitas, sus resultados poseen la belleza de la mera funcionalidad.

Lo sublime de una obra escrita con inteligencia artificial solo sería comparable con un grifo del que fluye agua sin problemas, un automóvil que se desplaza de forma segura, un sistema de mensajería electrónica que actúa con rapidez.

No niego que puedan servir como herramienta auxiliar (como diccionario o corrector, por ejemplo), pero emplear la IA para reemplazar al autor y luego venderlo como una obra literaria me parece una vulgar falta de respeto.

Estas amalgamas de frases plagiadas jamás superarán a las oraciones nacidas de nuestras experiencias y emociones. Para todos los que valoran un mínimo eso que llamamos arte, dejo la pregunta: ¿Acaso preferimos estos recipientes vacíos a la autenticidad nacida de la imperfección humana?

1-Ludismo: Movimiento obrero del siglo XIX, emplearon como forma de protesta la destrucción de las máquinas que los sustituían. En la actualidad el término también designa a personas con dificultades para incorporar los avances tecnológicos en su vida cotidiana.


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