Acoso
- Por Luly Legrá Pichs
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¿Qué hago? ¿Le doy con la sombrilla o el tacón del zapato?, ¡No, qué va! Necesitaría un parasol diario o perdería la sandalia. Ya sé, le diré que no me moleste más. Uff… ¿y si se alborota? ¡Qué grosero! Siento como si sus ojos y voz me tocaran el cuerpo. ¡Madre mía! Ahora sí, no me quedo callada. ¡Señor, déjeme en paz o grito!
Esa es una escena habitual vivida por muchas mujeres hoy día a nivel mundial. Ya no es un hecho aislado, es prácticamente un fenómeno que ocurre en cualquier lugar y hora, no importa si eres agraciada físicamente o no, solo basta con que seas mujer.
En el caso de Cuba existe una gran disyuntiva, pues al cubano se le achaca calidez, fogosidad y el disfrute de piropear a cuanta fémina le alumbre el encanto. Sin embargo, muchas veces, y cada vez con más frecuencia, se traspasan los límites entre lo que es elogio o importunación.
Es por ello que, reiteradamente, el acoso sexual callejero en el país caribeño pasa disimulado, casi “natural” para algunas mujeres que lo asumen como una especie de “lisonja”, cuando en realidad la mayoría de esas muestras “halagadoras” son denigrantes, sexistas y transgresoras.
No, no exagero. Si eres uno de los escépticos o de los que creen que nosotras le damos más importancia de la que merece el asunto te propongo a que intentes ponerte en nuestro lugar.
Así, cuando andes por la calle te acompañará ese que “muere por probar tu boca”, al que se le “salen los ojos por lo que se te marca”, porque eres “leche na´má” y “te dará lo que tú sabes”, “por donde más tú goces” hasta “que no puedas aguantar más”.
Que no existan dudas, eso es acoso sexual callejero, una verdadera molestia, humillación, agresión de género y mucho más. Resulta un tipo de violencia que no puede resolverse con la autoprohibición femenina de lo que puede o no usar, por dónde caminar o no; es un tipo de violencia relacionada con el respeto hacia los demás, la educación y los límites.
Hace unos días una amiga comentaba lo difícil que para ella es ir a practicar ejercicios a espacios públicos o gimnasios, porque no se sentía cómoda con las miradas lascivas ni las frases obscenas de algunos de los hombres que asistían también allí.
Ella argumentaba, que “lo más gracioso es que si invertimos los roles, y soy yo quien tira besos, les dice “papi riqui” o los toco me consideran una loca y si saben que tengo esposo, una p…”.
Pero como mi amiga hay miles de mujeres a quienes les sucede igual, entonces, valdría la pena preguntarle a algunos hombres: ¿Cuántas mujeres a diario pasan horas frente al closet decidiendo lo que tal vez sea más adecuado para evitar la atención indeseada?

¿Cuántas dejan pasar por una calle, una acera?¿Cuántas usan audífonos para no escuchar comentarios lascivos? ¿Cuántas se fingen ciega, sorda y muda para parecer indiferente ante tanta vulgaridad? La respuesta es simple: muchas.
Y no es una cuestión de miedo, es más bien de evitar, por todas las formas posibles vivir una y otra vez alguna experiencia de ese tipo u otras peores, que lamentablemente no pocas veces suceden.
En disímiles países existen iniciativas para denunciar y castigar estos actos, que incluso son proscritos por la ley. Tal vez una de las campañas latinoamericanas con mayor influencia en la visibilización del mismo sea “Mi cuerpo no pide tu opinión”, la cual tiene gran impacto en las redes sociales sobre la divulgaciónde estos sucesos.
Perú, Argentina, Bolivia, México, Egipto, Estados Unidos y Marruecos son algunos de los estados donde se penaliza este tipo de delito con multas y duras sanciones de tres meses hasta los 12 años de cárcel, según la gravedad de la falta y la edad de la persona agraviada.
Por el momento, en Cuba no existe ninguna ley, regulación o decreto que penalice el acoso sexual callejero, el cual debiera tenerse en cuenta para los futuros cambios en el código penal, acorde con una nueva Constitución que defiende mucho más a la mujer.
El asunto merece un análisis más profundo de lo que este comentario pudiera darle, pero sí pretendemos dejar claro que nosotras no queremos que nos persigan, ni que nos digan obscenidades, ni mucho menos tener que andar con un hombre como salvaguarda, o vestir como tamal amarrado. Nosotras solo queremos caminar, vivir tranquilas, seguras y en paz.
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