Artesanos de nuestras vidas
- Por Yanela Ruiz González
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“Enseñar es dejar una huella en la vida de una persona”, reza una de las frases difundidas a propósito de la celebración del Día del Educador, acontecimiento que convida cada año a honrar a quienes han sido “artesanos” de nuestras vidas desde su entrega a una de las profesiones más sublimes, creadora, raíz y esencia de todas las demás.
Bien lo dijo el Comandante en Jefe Fidel Castro cuando sentenció que sin Educación no hay Revolución posible, ni progreso ni mejoramiento en todos los órdenes de la vida. Por eso en aquel año de 1961, un país entero se movilizó en una intensa Campaña de Alfabetización, que concluyó sus objetivos el 22 de diciembre del mismo año, y permitió declarar a Cuba como el primer territorio libre de analfabetismo en América Latina.
De aquella epopeya son muchos los que en esta provincia guardan memorables recuerdos, como hay tantos otros que definieron su profesión y, con el tiempo, se convirtieron en evangelios vivos, como expresó el pedagogo José de la Luz y Caballero.

Gertrudis Berlanga Pérez, es uno de esos evangelios, el tesoro de maestra que todos anhelamos, por esa dulzura y pasión conque abraza la docencia, aun después de 60 años de trabajo en la comunidad de Potrerillo, del municipio de Rafael Freyre.
“Aquella Campaña me enamoró más el alma de docente. Tanto es así que luego me presenté voluntaria a colaborar con los maestros de escuelas cercanas a mi casa. Me llegó una beca para Holguín y a los 15 días, por ser mejor expediente, me mandaron a trabajar. Mi primera aula con 62 estudiantes de primero a sexto grados. Mis padres me tuvieron que llevar mesa y silla para poder acomodarme”, comenta.
Así inició sus primeros pasos por el magisterio, llevando la luz de la verdad a donde hiciera falta, y al mismo tiempo superándose en las noches. Su gran voluntad y apego a la profesión le ha permitido obtener disímiles resultados, avalados por todos los premios, condecoraciones y distinciones que pueda recibir un maestro de su calibre, la docente más experimentada de la escuela Oscar Lucero Moya, de Potrerillo, que atesora 365 diplomas ganados por su actividad científica y la participación en eventos.
Hoy una comunidad completa la acoge y adora por ser alma y referente del barrio, pues está integrada a todas las organizaciones y participa en los procesos que allí se producen. Es además, Tutora, maestra y compañera de muchos jóvenes que hoy se forman en la pedagogía.
“Pienso que todo maestro que trabaje con responsabilidad, le guste y tenga la vocación, puede hacerlo todo y bien. Vivo orgullosa de mi magisterio. Mi mayor satisfacción es enseñar con amor y que aprendan mis niños”, subraya la maestra Gertrudis Berlanga, cuya carrera también ha dado frutos hacia el interior de su familia, pues sembró la semilla del magisterio en su prole.

En la cuerda de los más experimentados está también Nelson González Gómez, único profesor fundador en activo del centro politécnico Manuel María Rojo Pérez, del municipio de Rafael Freyre, donde trabaja hace 48 años.
Su parábola profesional lo llevó del obrero calificado en Mecanización agrícola, graduado en el entonces ITH de Holguín, a formar parte de una selección para integrar el Contingente de profesores que se incorporó a los politécnicos, que comenzaban a inaugurarse en aquel entonces.
En el año 1974 llegó al “Manuel Rojo” y desde que entró y vio su nombre en el mural hasta con la carga docente que tendría, el entonces joven de 18 años de edad, velazqueño de origen, empezó a pulirse en la docencia y a sentar las bases en el territorio freyrense.
“Sobrevinieron etapas de mucha preparación y oportunidades de superación. Al punto que logré hacerme profesor de nivel medio superior en Mecanización agrícola, luego me licencié en Construcción de Maquinaria, después me gradué de Ingeniero Mecánico y por último me titulé de Máster en Ciencias de la Educación”, explica.
Todo ello se ha revertido en la docencia impartida a las diferentes disciplinas y especialidades en casi cinco décadas dedicadas al “Manuel Rojo”, tiempo en el que asegura han pasado por sus manos tres generaciones de estudiantes y ha alcanzado importantes reconocimientos, como el Premio al Mejor Maestro investigador.
“Para ser maestro hay que ser creador, investigar y buscar soluciones a los problemas que enfrentamos en el desarrollo de la labor y para elevar la calidad y eficiencia de la enseñanza”, comenta el profe, papi o padre Nelson, como lo reconocen sus alumnos, para quien ha sido guía y faro, consejero en muchas ocasiones.

La juventud se impone también en las escuelas holguineras. De ello da fe el profe Vladimir José Garrido Arena, de la secundaria básica Gilberto González Roja, del municipio de Cacocum, quien al licenciarse en Cultura Física bien pudo escoger otro camino, sin embargo quedó atrapado en la docencia.
Veinte años de trabajo aquí le han permitido madurar profesional y políticamente, pues en sus hombros lleva también la responsabilidad de su núcleo del Partido. Muchos han sido los reconocimientos acumulados en este tiempo, pero su mayor premio ha sido y sigue siendo el cariño y respeto de sus alumnos, asegura.
Eso unido a la vinculación con los padres, el regocijo de una comunidad que se inserta a las actividades recreativas-deportivas que promueve la escuela, y la motivación de sus pupilos lo impulsan a crear y sobreponerse a las dificultades de la vida cotidiana, afirma el educador que sentencia además, que a un maestro no debe faltarle “el sentido de pertenencia, el amor por lo que hace y la autopreparación”.

Bien lo sabe la profesora Yosleydi Pupo Otero del Instituto preuniversitario José Cuello Ortiz, de municipio de Urbano Noris, a quien le fuera conferido este año el reconocimiento especial del Ministerio de Educación.
Encargada del entrenamiento de los estudiantes del duodécimo grado en la asignatura de Historia de Cuba para los exámenes de ingreso a la Educación Superior, este año logró resultados por encima del 95 por ciento de aprobados, lo que refleja su esmero y dedicación a la tarea docente, y ubica a su escuela entre las cinco mejores de la provincia.
“Educar es una obra de infinito amor y en este premio va precisamente todo ese sentimiento, el esfuerzo y el cariño de nosotros como docentes. Es el resultado también de los estudiantes, de la familia y del colectivo de trabajadores del centro, que apoyan estos logros”, refiere Yosleydis, quien se considera continuidad de sus profesores, pues gracias a la ejemplaridad, entrega y conocimientos de ellos se enamoró de la carrera.
La maestra Sulema Hecheverría Vázquez, cuenta ya 17 años de trabajo en el seminternado Julián Agüero Lamorú, del municipio de Sagua de Tánamo. Fruto de cursos emergentes, ratifica en el aula su pasión por la docencia, pues dice que ese es el mejor escenario para interactuar con los niños y llevarles los conocimientos.
De sus manos y creatividad brotan diferentes medios de enseñanza, que con el apoyo de los padres, logra concebir para motivar sus clases. También reconocida con el premio especial del Ministerio de Educación, patentiza en su quehacer cotidiano la madera de la que están hechos los docentes que necesita la Revolución.
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