El milagro de Milagros
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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El nombre de pila de esta doctora está muy ligado a su llegada al mundo hará 57 años en pocos meses. Sí, porque fue un “milagro”, que ella naciera en la clínica Avilés, en medio de los fuertes vientos y abundantes lluvias provocados por ciclón Flora en octubre de 1963.
Sin embargo, más que por los estragos de esa catástrofe natural, el nombre vino porque nadie conocía de su concepción, ni la misma madre sabía de la criatura en gestación en su seno hasta que por una placa de Rayos X hecha en aquella unidad asistencial, detectaron un feto en formación en su vientre, “no podemos decir si estaba vivo o muerto, ni el sexo, pero sí hay seguridad de que ahí tiene un muchacho”, dijeron a la mujer de 19 años y con otros dos hijos de partos anteriores.
La embarazada sufría una enfermedad neurológica, por lo cual había acudido al hospital de Camagüey y el “Calixto García”, en La Habana, donde le preguntaron a la familia el porqué de ir tan lejos, si en Holguín existía una clínica (particular) muy prestigiosa y la remitieron para acá. Y así fue como supieron en el barrio La Ceibita, Mayarí, de la existencia del tercer hijo más pequeño del matrimonio Mekin-Guerra.
Pero, lo que sí no ha sido una sorpresa para nadie es el crecimiento humano y profesional de la teniente coronel Milagros Mekin Guerra, directora general del hospital militar doctor Fermín Valdés Domínguez, una mujer extremadamente dulce, llena de detalles, de fácil conversación y con una hoja de servicio de plena entrega a las Fuerzas Armadas Revolucionarias y a la profesión, que abraza desde mucho antes de su graduación de médico en la Universidad de Ciencias de Holguín, a fines de la década de los ´80.
Su oficina, en el edificio principal de la institución sanitaria, tiene su “toque” muy personal. Sobre el amplio escritorio en forma de L está el monitor de la PC, la agenda de trabajo, una carpeta y un portalapiceros. En las paredes tres cuadros, uno de reconocimiento y los otros dos, con la imagen de Raúl y Fidel con el concepto de Revolución.
Allí, en medio de ese austero ambiente, recibe a las visitas y a cualquier trabajador del centro; redacta sus informes, traza el día a día del hospital, pero su tiempo en esa habitación es mínimo, porque siempre anda de un área a otra tocando con las manos y comprobando por sí misma la marcha del trabajo, cómo están “mis pacientes”.
Desde marzo la dinámica de acción cambió totalmente para la doctora, directora, esposa, hermana, madre…Sin embargo, en estos más de 100 días de enfrentamiento directo a la COVID-19 no ha desatendido ninguna de esas responsabilidades, aunque el “Fermín Valdés Domínguez” haya sido su prioridad. No era para menos, ella junto a su colectivo y equipo de profesionales de otros hospitales han asumido la atención de casos sospechosos y confirmados de las provincias de Holguín y Las Tunas.
El día 11 de marzo, alrededor de las cuatro de la tarde, fue la prueba de fuego, el inicio del enfrentamiento cuerpo a cuerpo y con armamento pesado contra la pandemia. Con entrenamiento previo entablaron duelo con el nuevo coronavirus, para vencer en buena lid a un enemigo mortal, sin rostro, desconocido.
Así lo demuestran los resultados, que ella domina al dedillo, por lo cual es capaz de hablar y, así lo hace, de cada uno de los pacientes que ha pasado por el lugar desde entonces, sabe de los casos sospechosos, asintomáticos hasta de los más complicados y ahí comienza a describir los más impactantes.
Todavía el centro sigue con toda su vitalidad y preparado para cualquier nueva contingencia, aunque ahora la calma se adueña del lugar. Por eso la directora del hospital militar doctor Fermín Valdés Domínguez hace un alto en sus labores diarias, para develar detalles sobre Milagros Mekin Guerra, quien tras vivir 13 años en el barrio La Ceibita salió de allí para seguir estudiar, porque siempre quiso ser una profesional.
“Desde pequeña admiraba las Fuerzas Armadas, a los médicos, enfermeras. Quizás fue debido a que casi toda mi infancia la pasé en hospitales, pues al nacer prematura - pienso que a los seis o siete meses, porque nunca se precisó el tiempo de gestación de mi madre - y no existir en aquel tiempo los madurantes pulmonares tengo una inmunodeficiencia congénita y una Epoc, con un cuadro alérgico muy marcado que me obligaba constantemente a permanecer ingresada, por alergias, catarros, bronconeumonías. Esto me hizo estar muy apegada a mis padres e hice dependencia de la familia.

“Aun así decidí venir para la escuela militar Camilo Cienfuegos, período del que conservo magníficos recuerdos, al igual que de la etapa de la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín, donde me inserté como cadete para estudiar Medicina. Allí hice grandes amigos, a los cuales puedo llamar hermanos.
“A este hospital entré el 3 de septiembre del año 1987 a cumplir el servicio social, como posgraduado de Medicina Interna, pero ante el llamado de nuestro General de Ejército y Ministro de las FAR en aquel entonces, de potenciar la Medicina Natural y Tradicional (MNT), voy hacia el Instituto Superior de Medicina Militar, en esos momentos hospital militar central doctor Luis Díaz Soto, conocido también como el Naval, donde permanecí hasta graduarme de Especialista de Primer Grado en MNT.
“A partir de ese instante seguí buscando una superación mayor. Hoy soy Especialista de Segundo Grado en MNT, máster en Medicina Bioenergética y Natural y profesora auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín”.
Al terminar Mekin regresa a Holguín en 1993 a cumplir el servicio social de tres años. Es a partir de esa fecha y con su entrada al “Fermín Valdés Domínguez” que no se detienen las responsabilidades. Durante 20 años se desempeñó como jefa del servicio de MNT, luego fue parte de la dirección, como jefa de centro, después vicedirectora general asistencial y hace tres años lleva el timón de ese gran hospital, merecedor de importantes reconocimientos a nivel de Ejército y de las FAR.
“Asumir este encargo significa mucho, mucho orgullo como militar, médico y mujer. Considero a esta institución como una familia, es nuestra casa grande, así digo siempre”, reconoce con una sonrisa en sus labios.
Mekin, así la llaman todos, dice que “dirigir es una tarea nada fácil, más en estos tiempos, pero cuando una trata de unificar todos los factores, de ver a las personas con un enfoque biopsicosocial, nos preocupamos y ocupamos por todo lo que ocurre en nuestra institución, integramos procesos y hacemos del lugar una gran familia, las tareas salen”.
Dice que la unión del colectivo fue esencial para minimizar los problemas en la actuación contra la pandemia en esa institución, donde han asistido a más de 530 pacientes entre sospechosos y positivos con un solo fallecido (los otros tres reportados en la provincia murieron en otras instalaciones de salud).
De su familia habla con pasión. “Al regresar de La Habana me enamoré de mi esposo, quien es doctor, cirujano y coronel retirado de las FAR. Al momento de su retiro era Jefe de los Servicio Médicos del Ejército. De este matrimonio nos llegó un bebé, mi razón de mi vida, mi orgullo. Terminó el quinto año de la carrera de Medicina y próximamente iniciará el internado. El cordón umbilical con él no se ha cortado”.
“Esta pequeña familia me ha permitido estar acá con la retaguardia asegurada, por su ayuda y comprensión hacia mi trabajo. Aun en los momentos más difíciles, por ejemplo cuando mi esposo estaba en colaboración en Angola pude disponer de mi hijo y de su novia, que es para mí es la hija hembra que no concebí”, explica.
¿La puedo llamar Milagros?, pregunto a la doctora Mekin, quien, entonces, explica el porqué de su nombre. “Mi madre era portadora de un aneurisma cerebral. Finalmente, tuvo una hemorragia subaracnoidea a los 51 años de edad cuando fue operada. Ese resultó un logro de la medicina holguinera y del país. La salvaron si se tienen en cuenta la estadística de esta enfermedad en el mundo”.
“Cuando ella me tuvo a la edad de 19 años, no se sabía su problema. Dejaba de menstruar por tiempo y sufría “ataques epilépticos”, todo lo cual lo achacaban a problemas neurológicos. Así, ya había tenido a mi hermana y hermano. Yo no estaba planificada”, se ríe a pesar de los recuerdos, porque su madre ya falleció.
“Nací por cesárea y por más de un mes estuve en incubadora, en momentos de mucha tensión por el huracán Flora. Mi familia era de Mayarí, y hasta Holguín vinieron mis abuelos Mekin y Cecilio, quienes sufragaron los gastos médicos y de medicamentos. La esposa del doctor de mi mamá fue la que dijo: esa niña no puede llevar otro nombre que no sea Milagros”, explica emotiva y con voz suave para hacer honor al significado de un nombre.
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