Hacer de la calidad un hábito
- Por Hilda Pupo Salazar
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Hacer de la calidad un hábito, que determine el comportamiento en todos los momentos, incluso hasta cuando se actúa inconscientemente, sería muy importante para alcanzar los mejores propósitos en la sociedad cubana.
Como enfatiza el Presidente de Cuba, Díaz-Canel, no solo se trata de realizar una vez y hacerlo bien, sino que la calidad nunca debe separarse de la acción.
Por eso como único fin lo que se haga en Cuba debe distinguirlo, siempre, la calidad, desde metas, cada vez, superiores, al estar totalmente preocupados y comprometidos con el resultado final del trabajo, con exigente respeto por cada uno de los procesos, en cualquier campo de la vida nacional.
Cuidar esa denominada cultura del detalle debe hacerse con el fin de mejoras continuas, desde decisiones precisas, con conocimientos, datos y resultados muy reales, al gestionarse, con particularidad, las relaciones humanas, de cada momento, desde el ejercicio de innovación y constantes saberes.
Es real que la eficacia es la capacidad que posee un sujeto para realizar su labor, con requerimientos implícitos y explícitos, según parámetros previstos, requisitos planificados, como cimientos esenciales para hacer exitosas las intenciones propuestas de consolidar la excelencia en todo.
Realmente algunos defienden que es un concepto subjetivo en cualquier ente, es verdad, pero a la vez constituye una propiedad inherente que se cultiva y permite sea valorada con respecto en cualquier instante, por eso, en los diferentes procesos, deben aprovecharse al máximo: experiencias, capacidades, habilidades y conocimientos de quienes participen en el proceso y seguro traerá satisfacciones, con extraordinarios reflejos, en el nivel de vida de nuestra sociedad.
El mejoramiento constante de la calidad es un objetivo estratégico y fundamental para lograr el éxito que reclama nuestro pueblo, debe ser siempre la exigencia máxima porque es, sencillamente, la razón que debe animarnos, desde el proceso más simple hasta los de mayores complejidades.
Es una severa exigencia interna en cada persona y colectivo, con todos sus controles y, en sus expresiones externas, pueda ser valorada desde la cultura de la población, en el grado de satisfacción de sus necesidades.
Para constituirla como una cultura debe forjarse desde las primeras edades, tanto en las familias, escuelas como en los diferentes niveles de la sociedad, con sus políticas, objetivos, procesos, documentos y recursos que conducen a asegurar la calidad, como un todo, para que no se pueda separar de la acción.
Para el Che la exigencia por la calidad refleja, en primer lugar, respeto por nosotros mismos, porque todos somos parte integrante del pueblo. Fidel es el máximo defensor de la calidad, en cada momento, como puede corroborarse en su concepto de Revolución.
Es la idea martiana: “hacer es la mejor manera de decir”. Si somos ejemplo de lo que predicamos, si hacemos las cosas bien, tendremos el respeto y el apoyo necesario para seguir adelante con nuestra obra, con el “concurso de todos y para el bien de todos”.
Reflexionemos con nuestro Apóstol: “…La crítica es el ejercicio del criterio: destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos.” Seamos totalmente inflexibles con todo lo mal hecho.