Invicto
- Por Rosana Rivero Ricardo
- Hits: 2559

Oiga, Comandante, me hubiese gustado celebrar mejor su cumpleaños, hacerle un regalo de buenas noticias; pero hemos estado arriba’e la caliente, literal. El incendio en la zona industrial de Matanzas, el de más grandes proporciones en la historia de la Isla, ha acaparado los titulares.
Dicen quienes solo ven las manchas que es el karma, que estamos a dos desastres de que nos dediquen un We are the world. Sin embargo, cuando el zapato aprieta, algo nos abre los caminos.
Karma es, en buen cubano, recoger lo que uno siembra. Aquí estamos en plena cosecha. De usted aprendimos a abonar las tierras latinoamericanas con solidaridad, a “alinear”, en cuadro apretado, a los no alineados.
A Venezuela y México han ido nuestros médicos, profesores, artistas… Esa fue una de sus ideas más brillantes junto a la revolución educacional, el programa del médico y la enfermera de la familia, el desarrollo del polo científico tecnológico, que nos ha salvado en tiempos de la COVID-19…
La lista sería interminable y la idea, para concretar, es que lo que uno da, lo recibe de vuelta. ¿Adivine quiénes fueron los primeros en aportar ayuda profesional y tecnológica para apagar el fuego?
¡Ah!, Estados Unidos también estuvo ahí, muy a tono con estos tiempos; por el teletrabajo, digo. Su asesoría fue telefónica.
Era mejor sentarse a ver cómo se consumía en llamas nuestro poco combustible. Así las cosas. No se podía esperar más de quienes, desde su propia constitución como Trece Colonias en 1776, han aspirado a comerse la fruta madura, que sigue verde, verdísima.

Aquí seguimos, convirtiendo los reveses en aprendizaje, como en el Moncada, como en Alegría de Pío, como en el Periodo Especial; con la convicción de Almeida, de que aquí no se rinde nadie, coj… y que, cuando toca llorar a nuestros muertos, el dolor no se comparte: se multiplica.
Ya nos estamos recuperando de otra dura. De usted aprendimos que, en tiempos de crisis, cuando las cosas se ponen difíciles, nacen las mejores soluciones y las mayores enseñanzas.
Su pensamiento y su obra perviven. El sistema de la Defensa Civil, también por usted diseñado para no lamentar pérdidas de vidas y reducir al mínimo los daños materiales, debe continuar engrasándose. La vida ha confirmado, además, su vaticinio de hace 30 años, que es la especie humana la que está a punto de desaparecer, pero los poderosos siguen ignorando sus recomendaciones para impedirlo.
Por estos días, le hemos tenido muy presente, preguntándonos qué hubiese hecho de estar entre nosotros, y algunos, desde nuestro peculiar sincretismo, pidiéndole por nuestra pronta recuperación. Dicen que usted tenía una protección inexplicable, a lo mejor de la niña santiaguera, de los religiosos nigerianos o de la mismísima Lina Ruz, su madre.
Ella fue profética desde aquel 13 de agosto de 1926, día de San Hipólito. La tormenta iba a tragarse la noche. Lina insistió, con la barriga de su segundo varón casi a la altura de la garganta, en salir hacia la casa a caballo. La bestia se asustó con los truenos y cayó al suelo. Nada le pasó al niño, que sobrevivió a más de 600 intentos de asesinato a lo largo de su vida y fue bautizado desde su nacimiento, por su madre, como El Caballo.
Comandante, en tiempos como estos, de desafíos, contamos con el cubaneo, esa condición de valientes e ingeniosos que, genéticamente, nos une a los de esta Isla y, en su cumple 96, desde la inevitable continuidad, contamos con su ashé, Caballo.
Artículo relacionado: