Revolución Sandinista: un triunfo para toda América Latina
- Por Maribel Flamand Sánchez
- Hits: 212
Cuentan que el sol caía inclemente sobre Managua, pero nada opacaba la pasión de miles de nicaragüenses que, entre gritos de “Patria libre o morir”, lema que identificaba al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), entre el júbilo y banderas rojinegras, inundaban las calles. Después de años de lucha, sacrificio y resistencia, la Revolución Sandinista conquistaba la victoria. El régimen de Anastasio Somoza se derrumbaba como un castillo de naipes ante el empuje imparable del FSLN. Era el 19 de julio de 1979, hace hoy 46 años.
Todo comenzó con el grito de rebeldía de Augusto César Sandino (líder de la intransigencia nicaragüense contra el ejército de ocupación estadounidense en Nicaragua), en los años ʻ30, cuya lucha contra la ocupación yanqui sembró la semilla de la resistencia. Años más tarde, jóvenes idealistas como Carlos Fonseca, Tomás Borge y Silvio Mayorga retomaron su legado y fundaron el FSLN en 1961. La represión somocista fue brutal, pero cada caído en combate, cada estudiante masacrado, cada campesino torturado avivó la llama de la insurrección.
En los meses previos al triunfo, Nicaragua era un polvorín. Las columnas guerrilleras avanzaban desde las montañas, los barrios obreros se levantaban en insurrección y hasta la Iglesia, bajo la voz valiente de Monseñor Romero y otros sacerdotes comprometidos, denunciaban los crímenes cometidos bajo la égida de Somoza. El mundo miraba con atención, mientras Washington vacilaba en su apoyo al dictador, países como Cuba y los miembros del Movimiento de Países No Alineados celebraban el coraje de un pueblo que se liberaba por sus propias manos.
El 17 de julio, Somoza huyó temerosamente hacia Miami, dejando atrás un país en ruinas. Dos días después, las tropas sandinistas entraban en Managua. En la Plaza de la Revolución, rebautizada luego en honor al comandante Carlos Fonseca Amador (profesor, político, escritor y fundador del FSLN), una multitud enardecida coreaba consignas: “¡Luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero y popular!”. Los combatientes, con sus fusiles al hombro y el rostro curtido por la guerra eran recibidos como héroes.
En medio de la euforia, el joven Daniel Ortega, hoy presidente del FSLN y de la República de Nicaragua, junto a sus compañeros de la dirección nacional del frente guerrillero, proclamó el inicio de una nueva era: la de la justicia social, la alfabetización y la soberanía nacional. Era el amanecer de un proyecto que marcó para siempre la historia de Nicaragua.
El 19 de julio de 1979 no es solo una fecha en el calendario, es el recordatorio de que, cuando un pueblo se une y decide ser libre, no hay imperio que pueda detenerlo.
La figura de Daniel Ortega ha sido fundamental en la historia reciente de Nicaragua. Como líder del Frente Sandinista fue clave en la lucha contra Somoza y, tras el triunfo revolucionario, asumió un papel central en la defensa del proyecto sandinista durante la década de los 80. Bajo su primer gobierno se impulsaron transformaciones sociales como la Cruzada Nacional de Alfabetización y la Reforma Agraria.
Tras su regreso al poder en 2007, Ortega promovió una agenda de reducción de la pobreza y estabilidad económica. Representa la resistencia antimperialista y encarna la persistencia del sandinismo como fuerza política.
La Revolución Sandinista tuvo una profunda trascendencia para América Latina y Cuba y marcó un hito en la lucha contra el imperialismo, la defensa de la soberanía nacional y la inspiración para movimientos revolucionarios en la región. Demostró que era posible derrocar a gobiernos respaldados por la mayor hegemonía contemporánea mediante la lucha armada y la movilización popular. Su triunfo revitalizó las esperanzas de cambios sociales después de décadas de dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos.
No solo transformó Nicaragua, sino que también redefinió el panorama político latinoamericano, consolidando alianzas con Cuba y otros gobiernos progresistas. Su legado perdura en la lucha por la justicia social y la soberanía de los países al sur del Río Bravo.
En varias ocasiones Fidel manifestó su admiración por Nicaragua y su sistema social. En un mensaje por el aniversario 35 de la Revolución Sandinista expresó que el país hermano se había convertido en un baluarte irresistible de la lucha antimperialista, y sobre el triunfo revolucionario de 1979 manifestó: “¿Qué ha calado más profundamente nuestros sentimientos, qué nos ha interesado más en estas semanas, qué puede habernos emocionado más y alentado más que esta popular y heroica victoria?”.