¡Gloria a la mañana de la Santa Ana!
- Por Maribel Flamand Sánchez
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“Era la mañana de la Santa Ana, mañana de julio pintada de rosa”, así comenzó su descripción sobre los sucesos del 26 de julio de 1953 Jesús Horta Ruiz, el Indio Naborí.
La historia registra que amanecía con un cielo nublado en Santiago. Eran las 5:15 de la madrugada cuando un grupo de jóvenes, vestidos con uniformes del ejército opresor, avanzó sigiloso hacia el Cuartel Moncada. Entre ellos, un abogado de 26 años, Fidel Castro, llevaba en sus manos no solo un fusil, sino también el sueño de una Cuba libre.
Antes, Raúl Gómez García, poeta de la generación del centenario, proclamó en versos el manifiesto de la acción:
“Ya estamos en combate
Por defender la idea de todos los que han muerto
Para arrojar a los malos del histórico tempo…”
“Eran soles previos que con su alborada rasgaron las nieblas del Cuartel Moncada”, escribió Naborí en su poema, recitado por primera vez en 1959, durante el festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Viena. La historia describe que, tomar por asalto la segunda fortaleza militar del país, armar al pueblo y derrocar al dictador Fulgencio Batista fue un plan audaz.
Pero el factor sorpresa se frustró y lo que debió ser una acción rápida se convirtió en una masacre. Los soldados de Batista respondieron con saña. Muchos de los rebeldes fueron capturados y ejecutados en el acto. Otros, como Fidel, lograron escapar, solo para ser apresados días después. “¡Qué gloriosos gallos dieron a la aurora viejas y olvidadas posturas de Hatuey!”, celebró el juglar cubano.
El Moncada no fue una victoria militar, pero se convirtió en un grito que resonó en toda la Isla. En los juicios que siguieron, Fidel, actuando como su propio abogado, transformó el tribunal en una tribuna. Su discurso, "La Historia me Absolverá", no solo denunció los crímenes de Batista, sino que también sembró las bases de lo que sería la Revolución Cubana.
"Condenadme, no importa. La historia me absolverá", dijo con voz firme. Y la historia, efectivamente, le dio la razón. Tras ser amnistiado en 1955, se exilió en México, donde reorganizó el Movimiento 26 de Julio, nombre inspirado en aquella gesta, y preparó el desembarco del Granma en 1956. La semilla del Moncada había echado raíces.
Cinco años, cinco meses y cinco días después del asalto, el Primero de Enero de 1959, Batista huía de Cuba. La Revolución había triunfado. “La patria en tinieblas vio sus rumbos claros”, escribió el poeta. "No fue una derrota, fue el primer paso", reconoció Fidel ante miles de personas. Desde entonces, cada año, las calles de Cuba, las plazas, las escuelas y centros laborales se llenan de banderas, carteles, pancartas alegóricas; el pueblo se reúne para recordar a los mártires y reafirmar el espíritu de lucha: “la sangre vertida no fue sangre vana”.