Premio Cortázar 2023, Emerio Medina y su propuesta genuina al mundo
- Por Abel Isaac Cruz Padilla
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Fotos tomadas de internet
Emerio Medina es un escritor de mediana edad, que tiene mujer e hijos. Vive en una casa de las más comunes en Cuba, con todo lo que eso significa, con alguna o varias estrecheces económicas y, tal vez, de espacio vital.
Las relaciones con los vecinos y con la familia le impiden aislarse dentro de su propia casa (porque sí, por muy popular que sea, por mucho casino que baile, incluso si es tan carismático como Truman Capote, en realidad, un escritor es una criatura solitaria).
“A pesar de todos los obstáculos, este narrador logra escribir, hace un gran esfuerzo, quizá sobrehumano: renuncia a muchos elementos de valor en su vida, trabaja de noche y cumple con todas las responsabilidades como padre de familia. Tira las palabras en la hoja en blanco con la ambición de triunfar un día, no importa cuán lejano resulte, está dispuesto a esperar para convertirse en un autor leído, con una vida mejor... o asumir el suicidio”.
Así es la entrada de El hombre que vino a leer, el cuento ganador del Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar 2023. Según el jurado, es “una historia muy bien urdida acerca de la creación literaria, la lectura y las borrosas fronteras del texto narrativo de ficción”, presenta “un manejo eficaz del lenguaje” y significa “un secreto homenaje a Cortázar al acudir a ciertos artilugios del gran fabulador argentino, como es el caso de la incertidumbre”.
Su autor es ingeniero mecánico y labora en la Termoeléctrica de Felton. Esta es la segunda ocasión en que Emerio Medina Peña obtiene el Cortázar. “El cuento nos acerca a esa zona más doméstica del escritor, qué hace uno en la casa para escribir, qué te impide escribir. El objetivo del cuento es adentrarse en ese mundo del cual se habla poco en Cuba.
“Explora la condición humana en la piel de un escritor. Se asiste al acto de escrutinio, de quitar las capas de piel y dejar al descubierto una parte de la vida que, comúnmente, no se expone. No es la vida luminosa del tipo en la calle, recibiendo un premio o presentando un libro. Ni de la farándula, de las luces, del show. Es la vida del escritor en su locación interior, en su casa, donde él vive, donde él escribe, y las condiciones que le rodean”, explica Medina.
Al autor le atrae hurgar esa región del pensamiento y la conducta humana, aquello a lo que renuncian los artistas en la búsqueda del arte y el destino más común: el suicidio. “Esa es una de las características de mi cuentística, mis personajes suelen ser víctimas siempre, seres atacados, abusados, apartados de la sociedad, sin futuro”, afirma el narrador.
El hombre que vino a leer resulta un texto lineal, sin grandes mudas temporales. El lenguaje está adaptado a las exigencias de la historia, presenta algunas palabras especializadas y un tono a veces barroco, imprescindibles por la temática literaria del cuento.
El texto muestra la descripción de una sociedad, de un país, de una época, que puede ser La Habana del siglo XXI. Las circunstancias posmodernas dominan el argumento, porque aplastan al protagonista. Desde las primeras líneas, el lector percibe al personaje como víctima.
“Disfruté mucho escribir el cuento, porque me da respuestas a muchas de las cosas que yo mismo cuestiono de mi vida y de mucha gente que conozco. Habla de lo que hay que hacer para aislarse del mundo, incluso en tu propia casa, para poder escribir, que es el acto más solitario que puede hacer un hombre.
Responde a una pregunta que me vino luego de cumplir los 50 años: ‘A dónde me lleva la vida, qué va a ser de mí, de mi literatura’. He dejado tantas cosas atrás por escribir”, declara el autor.
Según Medina, en el artista conviven dos personalidades distintas, la del creador y la de la persona que vive en el mundo real, externo. Y casi siempre son de naturaleza opuesta: el visible, el que se ríe, el que la gente saluda, que toma, que canta, que baila; y el invisible, que está por dentro y de verdad define tu personalidad, la parte más espiritual.
“Cuando logras canalizar los dos personajes, termina siendo una gran ayuda, tanto para el escritor como para el hombre normal. Cuando no lo logras, tu vida puede convertirse en un caos y perder tu control mental, mientras que, en casos extremos, hasta puedes perder la cordura y la habilidad de convivir dentro de la civilización”.
Revela que, en su caso, la relación es contradictoria: “Considero que el hombre nació para triunfar, para vencer todos los retos. Yo siempre pienso en futuro, en la posibilidad de avanzar, para mí el hombre no está del todo hecho. Tiene que triunfar sobre sí mismo, sobrepasarse.
“El ser humano moderno tiene que dejar atrás eso que él ya hizo, y darle un nuevo enfoque, debe entender sus derechos y deberes con la sociedad y la naturaleza. Con la velocidad de desarrollo tecnológico y social de la actualidad, probablemente pase algo en los próximos siglos, que provoque un salto en el hombre desde el punto de vista funcional, matemático, biológico”, afirma el cuentista.
Su vida está bien organizada, es feliz con su familia y disfruta de estabilidad emocional. En la actualidad, dirige una gran obra de la construcción en Felton, que a veces cuenta con 500 hombres, y se desempeña con destreza en el liderazgo.
Sin embargo, su literatura es pesimista. “Es la forma en la que yo me planteo el arte, para mí es desesperanza, desamor, fracaso. No me veo escribiendo un cuento o una novela donde alguien triunfe. Escribo desde el dolor. Es el mundo que me gusta explorar. La condición humana puesta a prueba al extremo, donde las circunstancias de la vida te van aplastando.
“Incluso, escribo sobre seres que van triunfantes y, de pronto, su vida se tuerce porque se equivocaron en algún punto, tomaron la peor decisión llevados por el embullo o la ambición, y ya es tarde, no hay cómo volver atrás, no hay solución, todo está perdido”, comenta el narrador.
Emerio Medina también es ganador del premio Alejo Carpentier y del Casa de Las Américas, entre otros lauros. Desde Mayarí, ha conformado una obra de calidad y ha recibido los premios que validan esa calidad; por eso, afirma que la posición geográfica, muchas veces, te puede limitar como artista, pero cuando la voluntad de crear y la búsqueda de “páginas joroconas” son más fuertes que eso, la literatura sale victoriosa, porque el brillo real no se puede ocultar por mucho tiempo.
“El mundo está construido así; a veces, un jovencito o un desconocido del mundo de la cultura pueden escribir novelas que duren cien años; y sin embargo, otros que viven en la alta esfera de la cultura y aparentan ser grandes escritores por cómo se visten o por los lugares que visitan, o porque ya han publicado algunos libros, realmente no tienen un verdadero valor estético en sus narraciones”, declara el autor.
Afirma que hubiera podido escribir diez libros más hasta ahora, pero los desechó porque no le parecían propuestas dignas. Su literatura trata sobre aristas nuevas, enfoques nuevos sobre los temas ya establecidos al lector, que puede ser él mismo: “Lo válido de un escritor no es que escriba bien o escriba mal, es que le haga una propuesta genuina al mundo sobre un tema determinado”.
Según Medina la preparación de un escritor no se adquiere en una universidad, porque lo que hace un escritor es buscar respuestas a las preguntas que empezó a hacerse desde los cinco o seis años de edad, de esa primera imagen que se creó del mundo, las cuales no pudo contestar. Y esas respuestas solo las puede encontrar en la vida, experimentando.
“La mayoría de los grandes autores que venero, son seres que acumularon mucha experiencia y luego la llevaron al papel. Creo que para escribir primero hay que vivir. La literatura de verdad, la que se queda, la que no se puede matar, la escribió gente que vivió, gente que anduvo, gente que chocó con problemas y seres diferentes, como Tolstói, como Hemingway”.
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