Te lo entrego con cerebro y todo

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Un puño levantado fue elocuente amenaza para llamar al orden. Ante su imagen la fila volvió a ser recta y se hizo silencio. El arma la esgrimía una joven docente, los amenazados: educandos que aún llevaban pañoleta azul y asistían al matutino de cierta escuela.
No porque fuera joven este era su recurso para lograr disciplina, viejos profesores también tienen al golpe como aliado. Luego el niño cree que se lo buscó, no logra entender que nadie puede ni debe pegarle sin importar lo que suceda y que se vulneran sus derechos como infante y ser humano cuando algo así ocurre.

Dicen que los padres de hoy somos muy indulgentes. Que al primer desacuerdo queremos “arrastrar al maestro”. Dos señores de mucha “experiencia acumulada” enjuician la tendencia de culpar de todo a los educandos e impedir que estos disciplinen a los niños en modo alguno.

“Te la entrego con nalga y todo”, una veinteañera recuerda esta frase y el día en que su madre la pronunció, como un momento de brutal desamparo, cuando la persona en quien se supuso encontraría protección y resguardo, le daba a otra el permiso de pegarle como castigo. Pensé que esto era cosa del pasado. Hoy veo a un papá pedir para su hija una maestra dura. ¿Qué implicaciones tendrá este adjetivo?

Como alguien lo llamaría jocosamente, la psicochancleta como recurso pedagógico, el golpe que enseña, la tinta entrando con sangre. No son viejos subterfugios, siguen, y conjugo en presente, rondando las aulas. No conozco estadísticas ni estudios, pero sé de muy buena tinta que lo hace prácticamente impune.

Un niño no tiene muchos recursos, solo si está empoderado y conoce sus derechos. Aun así, se haya en evidente desventaja, y cuando el maltrato verbal trasciende al físico y el daño psicológico es irreversible, nadie duda que la fobia escolar, la violencia como respuesta a situaciones de la vida cotidiana, la aprehensión y el miedo aflorarán en los pequeños.

Si tu hijo quiere ser adulto para ir a un juicio porque en la escuela hay muchas cosas prohibidas para los niños, como llevar juguetes, pero los maestros hacen cosas igualmente vedadas, sin repercusiones en su persona, entonces es muy difícil deslindar ante los ojos del que aprende los colores de la vida, las escalas de grises, los límites de lo bueno y lo malo, de lo que, es a fin de cuentas, correcto o no.

A veces el padre también tiene miedo, no sea que al final las represalias por un llamado de atención sean peores para el que asiste cada día al aula en una desventajosa relación de poder. Pero no debe temer el adulto, porque la razón está de su lado y si es preciso ha de llevar este asunto hasta su última consecuencia, que no es tomar la justicia por las propias manos hechas puños.

Pecaríamos de absolutos si viéramos solo un lado del conflicto, porque hay niños que se las traen, no obedecen a razones, no tienen coto, los familiares parecieran permitirles que hagan su voluntad y esperan que ocurra igual en el aula. También hay padres- bomba, que explotan ante cualquier contradicción con los docentes y si hay que pegar, lo hacen ellos primero.
 
Nada, repito, nada justifica un acto de violencia sobre los alumnos. Si hay que disciplinar, poner orden y castigar, debe existir un consenso con la familia. La educación del niño debe ser una obra colectiva donde se hable el mismo idioma, es necesario ser consistentes. Menos vale la hipocresía de “no eres nadie para darle a mi hijo, tú no lo pariste”.

En el caso de que ni padres ni maestros encuentren herramientas para el manejo de uno de esos pequeños que parecen “autorrecargables”, tienen pobre control de impulsos, la autoridad adulta, cualquiera sea su origen, le es indiferente, debe buscarse ayuda profesional.

El maltrato infantil desde las escuelas es más recurrente de lo que se cree y hay que enfrentarlo, aunque el maestro sea muy bueno en sus clases, la cobertura docente sea escasa o no quiera usted buscarse un problema. Las marcas de las nalgadas pueden borrarse pronto, pero algo se rompe dentro del niño que es muy difícil de remendar sin dejar huellas.

Quisiera poner de moda una frase de inicios de curso para los maestros: te lo entrego con cerebro y todo, es mi bien más preciado el que pongo en tus manos para ayudarme a moldear, quiero que deposites en él bondad, sabiduría, deseos de aprender, asertividad y valor, respeto por el otro y sentido de la justicia. Adiciones y sustracciones, sinónimos y antónimos y amor, de seguro te pagará con él.
Liset Prego Díaz
Author: Liset Prego Díaz
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Yo vivo de preguntar… porque saber no puede ser lujo. Esta periodista muestra la cotidiana realidad, como la percibe o la siente, trastocada quizá por un vicio de graficar las vivencias como vistas con unos particulares lentes

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