El corazón a media asta

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Otra vez mayo. Otra vez el horror. Otra vez el dolor. Irreal. Parecía irreal. Las preguntas en redes sociales. Los amigos diciendo haber escuchado el atronador aullido. La noticia al fin. Irreal. Aunque ha pasado una semana, una sacude la cabeza para espantar la muerte. El 6 de mayo podría ser aquel día tremendo al que se refirió Dulce María Loynaz: “No fue nunca… ¡Ese día no existió en ningún almanaque del mundo! De veras, no existió…La vida es buena.”


En Argentina un poeta cubano escuchaba los primeros ecos del suceso y pensaba que en medio de las Romerías holguineras el hotel Saratoga de la Ciudad de los Parques había estallado. Tembló. Pero no tuvo alivio cuando conoció los detalles, porque sin importar lo cerca o lejos que se encontrase él, o millones de cubanos, del verdadero epicentro del siniestro, la explosión en el hermoso edificio habanero homónimo al de su tierra dejó en shock, sumió en la angustia y en la espera por la vida a tantísimos dentro y fuera de la Isla.


Voluntarios, bomberos, rescatistas, miembros de la Cruz Roja, transeúntes, gente solidaria ofreciendo amor, un poco de agua, una taza de café, un hombro, abriendo sus venas, dando la noticia certera, la esperanza, el consuelo fueron las formas que tomó la solidaridad por estos días.


Entonces las Romerías de Mayo se apagaron. Artistas y jóvenes encendían una luz, elevaban un canto para apuntalar la pena en la primera noche de espera. Y se fueron repitiendo por esos días grises las señales luctuosas.


Comenzaron a organizarse donativos para quienes lo perdieron todo en las inmediaciones del hotel. En los hospitales se lidiaba, se lidia por la supervivencia. Hasta el Papa quiso ser alivio del dolor colectivo. Y de varias naciones llegaban condolencias, algo para espantar la soledad que acompaña siempre a la desgracia.


Aunque las horas pasaban para los relojes ajenos, entre quienes se afanaban en levantar escombros para devolver la fe, el tiempo se hizo elástico, sobre todo para los familiares en las inmediaciones de los edificios derruidos. Ellos esperaban una señal que en 45 ocasiones fue lo terrible, lo inexorable.


También llegaron noticias falsas, malas intenciones, rumores, otros sucesos tristes demasiado próximos. Un sabor a polvo y un ánimo de ceniza en el alma de la nación.


Hoy Saratoga es una punzada honda en el centro del país que anda con el corazón a media asta. Y aunque no fue hasta encontrar el último cuerpo que se decretó el duelo oficial desde las 6 horas del día 13 hasta las 12 de la noche del 14, ya había un pacto tácito de contención, de recogimiento entre la gente del pueblo, entre las instituciones. El mismo sentimiento que acompañó a la vigilia convocada en el parque de La Fraternidad, pero que alcanzó resonancias en todo el suelo cubano.


Habrá que reinventarse, volver a construir, otra vez. Allí donde asoman como un esqueleto las vigas y columnas de las plantas atravesadas por la explosión puede leerse el dolor.


Tomará tiempo sanar. Habrá quien viva transido siempre por este tiempo aciago. En la ciudad quedará como en el cuerpo mismo una cicatriz que escuece ciertos días, que se estremece al tacto. Yo que nunca sé bien qué decir ante la muerte, haré silencio, dejaré que estas palabras sirvan al menos de abrazo a quienes se quedaron, y desearé luz a los que ya no están.

Liset Prego Díaz
Author: Liset Prego Díaz
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Yo vivo de preguntar… porque saber no puede ser lujo. Esta periodista muestra la cotidiana realidad, como la percibe o la siente, trastocada quizá por un vicio de graficar las vivencias como vistas con unos particulares lentes

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