La ofensa y sus matices
- Por Hilda Pupo Salazar
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Ofender tiene matices: puede ser sutil, con algunos gestos, desde una mala mirada o directamente con insultos que, casi siempre, muestran la incapacidad de la persona para mantener un autocontrol o insuficiencias para expresar sus sentimientos.
¿Por qué nos ofendemos con tanta frecuencia? Entre personas educadas, sin importar: familias, amigos, vecinos, compañeros de labor o hasta desconocidos. Puede reflexionarse, individual y colectivamente ¿cómo es posible hacerlo con menos frecuencias?.
El control de las emociones puede ser más fácil para unos y no tanto para otros, esos quienes dicen algo que se puede interpretar como falta de respeto, aunque a veces no sea el primer propósito.
A veces existe una clara intención de ofender: se quiere herir a alguien por maldad, para pagar a otro con la misma moneda. Sin embargo, en ocasiones, ofendemos a otras personas sin querer porque no tenemos los mismos principios religiosos, ideológicos, éticos, morales o de cortesía.
Si ofendes o alzas la voz, puedes desahogarte, pero no tienes más razón en lo que dices, como expresa una canción y menos si lo haces en medio de una incomodidad, cuando estas fura de tus cabales.
La ignorancia puede conducir a emitir injurias, palabras ocenas, vociferar, blasfemias y, hasta violencias cuando crees tener la razón, algo no sale como calculaste y puedes lastimar a quienes no tienen culpas.
Hacer que una persona se sienta despreciada o humillada mediante palabras o acciones puede ser preferencias de algunos, para sentirse superior a los demás, mientras otros utilizan discursos muy elaborados, léxicos rebuscados, fuera de contextos, para hacerse el que más sabe.
Humillar o herir el amor propio o decoro de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos muestra una gran carga de trastornos psicologías.
Hay quienes son especialistas en ultrajes, injurias, insultos, desprecian, denigran, hieren, difaman o desacreditan sin importar familia, ni el tipo de escenario, solo necesitan alimentar su egocentrismo.
El respeto es un valor que permite al ser humano reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades del prójimo y sus derechos. Es un valor muy necesitado de cultivar en nuestra sociedad, desde la misma cuna y escuela.
La calma, medir las palabras, gestos, aplicar la cordura, con prudencia en la voz y controlar sus actos, aun en los momentos de clímax totalmente escabrosos, se cultivan.
Aquí una fábula budista sobre la ira, seque su moraleja. Unos discípulos meditaban junto a Buda, cuando unos hombres se acercaron a insultarle. Sin embargo, Buda no hizo nada. Cerró los ojos. Sus discípulos se enojaron y le dijeron: Maestro como dejaste que esos hombres te insultaran sin decir nada. Buda miró a uno de ellos y le preguntó: Si yo tengo un caballo y te lo regalo, pero no lo aceptas, ¿de quién es el regalo?. El discípulo respondió: Si yo no lo acepto seguirá siendo tuyo… Pues lo mismo sucede con las ofensas. Tú decides si acepta o no ese regalo.
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