El respeto

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El respeto hacia uno mismo, tanto como para con los demás son primarios y trascendentales en la comunicación efectiva, relaciones y convivencias sanas, a favor de una mejor vida social, con el sólido cimiento de una actitud de absoluto decoro.

 Constituye uno de los valores morales más difundidos entre las sociedades en cuanto a reconocer, venerar o apreciar: familias, padres, hermanos, niños, ancianos, vecinos, compañeros de estudio o trabajo, las leyes, animales, recursos naturales, propiedad ajena, buenas costumbres, derechos fundamentales, libertad de expresión, símbolos patrios entre otros.

Su expresión implica ser tolerante, flexible sin tener que subordinarse a lo que el resto piensa o a la forma en que procede, porque, puede no coincidir, pero sin ofender, agredir, discriminar o albergar resentimientos.

Este sustantivo resulta clave para la perfección de vivir mejor en la sociedad, desde una cultura excelente en sus diversos desempeños, con total consideración en todos los momentos: con cariño, cortesía y felicidad.

No debe darse por sentado el auto respeto, debe exhibirlo, desde la mejor consideración para sí mismo, al reconocerse como un ser único y tratarse, constantemente, con ternura por difícil que sea la situación, para luego saber irradiarla a los demás, al conocer su fortaleza o debilidad, sin una conducta autodestructiva, ni excesos de justificaciones antes los errores.

Es importante el valor propio, la evaluación de uno mismo y, a partir de esta, reconocer sus méritos y saber merecedor de consideraciones, necesarias para un pensamiento independiente antes sus decisiones desde la moral y ética, como defienden varias ciencias sociales: antropología, sociología, psicología y empleado en la filosofía política.

Resulta primordial consolidar este valor desde la niñez al dar los padres, demás familiares y en la escuela el ejemplo, ser amables, sinceros, en una convivencia sana, desde las mejores normas, al enseñar expresar sus ideas, con la más absoluta seguridad y ayudar a desarrollar empatía, para entender que siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas y que nada es más despreciable que lograrlo a través del miedo.

Debe tenerse total seguridad que este importante valor requiere cultivarse cada día y en todos los momentos, con las mejores habilidades para la comunicación al aprovechar diversas situaciones, con mucha ternura y flexibilidad, desde la necesidad de establecer límites entre lo que se puede o no.

Transmitir conocimientos consolida sabiduría, hacen más libres a las personas, porque lo que se aprende desde la niñez es la conducta futura.

Podemos reflexionar con Pitágoras, filósofo y matemático griego: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Karl Marx, sociólogo, economista y filósofo alemán: “El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan”. Confucio, pensador chino cuyas enseñanzas invitaban a la buena conducta, el respeto a la jerarquía, cuidar las tradiciones y la caridad, sentencia: “Respétate a ti mismo y otros te respetarán.”

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 Hilda Pupo Salazar
Author: Hilda Pupo Salazar
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Periodista especializada en temas de educación y valores. Autora de las columnas Página 8 y Trincheras de ideas.

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