La estirpe de Lina

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01Lina Ruz en su casa de Birán, en 1958. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado/Sitio Fidel Soldado de las Ideas

En las páginas del libro Todo el tiempo de los cedros, de la periodista Katiuska Blanco, entre pasajes familiares de los Castro Ruz, la autora describe a una joven Lina como “el vendaval, el genio y la energía”. “La gente la buscaba para curarse las heridas o los malestares y ella siempre ayudaba dispuesta sin que le temblaran las manos”.

Comentan quienes la conocieron que era muy humanitaria y servicial con todos, a la vez que profesaba un cariño incondicional a cada miembro de su familia. Aunaba en sí misma a la mujer religiosa, cuya casa gustaba adornar con flores, y a la incansable trabajadora, versátil y presta ante cualquier tarea, ya fuera física o administrativa. Una mujer “a toda”, de las que no abundaban en aquel momento por ese lugar.

Lina 02Ángel Castro y Lina Ruz, los padres de Fidel (1925). Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado/Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Oriunda de un poblado rural de Pinar del Río, Lina, siendo aún una niña, llegó a Birán junto a su familia. En 1922, con 19 años, inicia una relación con Ángel Castro, quien era ya un hombre maduro de 47 años. De aquella unión nacieron siete hijos, a los cuales, aunque no lo expresara a cada minuto, adoraba, según diría Fidel.

“La madre regañaba, peleaba o castigaba. Los niños la sentían más cercana. Al viejo lo envolvía una aureola de autoridad, aunque no impusiera la disciplina ni las prohibiciones”, narra un fragmento de Todo el tiempo de los cedros.

Lina 03Fidel Castro junto a su madre Lina Ruz. Foto: Twitter del Centro Fidel Castro Ruz

“A ella, los hijos la trataban con mayor naturalidad y confianza. Establecía el orden y los horarios, los arropaba bajo la frazada a la hora de dormir, los bañaba y vestía, adivinaba sus ánimos, y hasta corría tras ellos o daba unas palmadas cuando se habían excedido en sus diabluras…”

Si bien Lina era prácticamente analfabeta y aprendió a leer y a escribir de forma autodidacta, con mucho esfuerzo y voluntad, fue también quien más empeño puso en que sus hijos estudiaran, a la vez fungía como guardiana, médico o paño de lágrimas de todos ellos; con esa misma entereza soportó también el sufrimiento que en ocasiones le causaron.

Lina 05Fidel deposita flores en el panteón familiar en Birán al cumplir el centenario del nacimiento de su madre Lina Ruz. Foto: Estudios Revolución/Sitio Fidel Soldado de las Ideas

En Birán permanece aún su esencia; los recuerdos del lugar que amó, donde dejó huellas de su trabajo, amparó a familiares, donde nacieron y crecieron sus hijos…

A Birán también regresaron cuatro de ellos, Ángela, Ramón, Fidel y Agustina, la mañana del 23 de septiembre de 2003, fecha en que la madre cumpliría 100 años. En la tumba donde reposa junto a Ángel, depositaron flores, como a ella le gustaban: coloridas y fragantes. Resonó nuevamente en aquellos parajes la voz del hijo rebelde, florecieron las memorias de la infancia, la familia y la tierra que lo vio nacer.

Lina 04Fidel junto a sus hermanos Ramón, Ángela y Agustina, durante la visita a la finca familiar en ocasión del centenario del nacimiento de su madre Lina Ruz. Foto: Archivo

Bajo la sombra del algarrobo y de manos de su autora, los hijos de Lina y Ángel recibieron ejemplares del libro Todo el tiempo de los cedros, presentado en ese significativo día, como homenaje y testimonio de la vida familiar de los Castro Ruz y cuyo título evoca la historia de las raíces, de un batey y su gente.

“De cedro, el aroma de Lina Ruz, de cedro la estirpe que ella acunó en su vientre y sus brazos, con la ternura y la hidalguía de un árbol. De cedro las cajas de tabaco, de cedro los árboles plantados, los hijos, el aire…”
Susana Guerrero Fuentes
Author: Susana Guerrero Fuentes
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Licenciada en periodismo. Siempre es un buen momento para contar historias

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