Chávez, el mejor amigo
- Por Rodobaldo Martínez Pérez
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Uno se va, pero no se va dijo Chávez, proféticamente, al referirse a la muerte y hoy su legado es cada vez más impactante con la espada de Bolívar para hacer realidad sueños, a 12 años de su partida física, aquel 5 de marzo del 2013, en ese adiós detenido.
El mejor amigo de Cuba, como lo califica Fidel, en aquel primer encuentro entre ambos, en ese abrazo verdadero, queda como crisol de la esperanza y la alianza de los pueblos de nuestra América.
La primera y breve visita de Hugo Rafael Chávez Frías a La Habana, el 13 de diciembre de 1994, irradia sus cualidades de un gran revolucionario y deja una huella permanente de bolivariano puro y sincero, amante de la historia, hombre de pueblo y patriota, como lo capta Fidel de inmediato.
Ese amigo que parte “Y va a volver con Sandino, con el Che, Martí y Bolívar...” con profundo orgullo y total amor exclama: “…Fidel para mí es un padre, un compañero, un maestro de la estrategia perfecta…” y en sus discursos lo menciona como paradigma de “ética, política y humanismo revolucionario”.
Que confianza tan electrizante despierta el entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías en Fidel, con su huella inmensa de amor como hombre íntegro, quien con total sinceridad revela “que ya había venido muchas veces a Cuba, en sueños”.
En el libro 100 horas con Fidel, de la autoría de Ignacio Ramonet, al referirse sobre el primer encuentro personal con Chávez, relata Fidel: “Fue una pura casualidad. Me enteré de que Eusebio Leal lo había invitado a dar una conferencia sobre Bolívar. Y quise conocerlo. Lo fui a esperar al pie del avión. Cosa que sorprendió a mucha gente, incluido al propio Chávez. Pero yo estaba impaciente por verlo. Nos pasamos la noche conversando. (…) Quería saberlo todo de él. Y me dejó impresionado... Por su cultura, su sagacidad, su inteligencia política, su visión bolivariana, su gentileza, su humor... ¡Lo tenía todo! Me di cuenta de que estaba frente a un gigante de la talla de los mejores dirigentes de la historia de América Latina”.
Al respecto Chávez enfatiza: “Yo no merezco este honor, aspiro a merecerlo algún día en los meses y en los años por venir… Esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano…”
Nunca olvida Chávez el momento en que el avión se detuvo en un lugar inusual y despliegan la alfombra protocolar. Un funcionario de la Cancillería lo llama por su nombre para informarle que lo espera Fidel.
“Yo creo que el ALBA nace con ese abrazo, yo ni tenía idea de que iba a ver a Fidel… Me asomo y veo al Caballo allí parado… les confieso que ahí me entra un frío… cuando veo a Fidel parado en la puerta, al pie de la escalerilla. Yo cargaba un maletincito, lo puse en el suelo, para darle el abrazo...”
“Luego estuvimos hasta las dos de la mañana… tres de la mañana… y yo sentía la mirada del águila, haciendo preguntas, tomaba nota, y realmente lo que estaba ocurriendo era que me estaba evaluando, me estaba pesando…”
“Desde aquel día de aquel abrazo, la humilde vida mía queda sellada para siempre al lado del gigante que es Fidel”.
“Ni siquiera él mismo sospechaba cuán grande era… ¡Hasta la victoria siempre, inolvidable amigo!”, Fidel Castro Ruz.
Como “No hay adiós definitivo, ni finales de cenizas”, Bolívar, Martí, Fidel y Chávez son torrentes inspiradores de pueblos, que iluminan el porvenir de América para avivar la encarnación del concepto de que Patria es Humanidad.