Las revoluciones no terminan nunca
- Por Rodobaldo Martínez Pérez
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La subjetividad humana y su alto valor para las motivaciones son fundamentales hoy en Cuba, que tanto necesita despegar en su desarrollo socio-económico.
“La productividad y la eficiencia están dentro de la personalidad del obrero”, dijo Carlos Marx en el siglo XIX; en la modernidad, el llamado capital intelectual es decisivo para el sistema empresarial nacional, que es uno solo, sin ninguna separación entre privado o estatal.
Los deseos y conocimientos, la información y experiencia son muy útiles para crear valores, desde la fuerza especulativa individual y colectiva, que propician el éxito, si se sabe identificarlos y distribuirlos eficazmente.
El capital intelectual es el mayor activo intangible de una organización, tan importante como su producto o servicio líderes. Contempla la educación, formación, salud física y mental, habilidades comunicativas, puntualidad y capacidad para resolver problemas.
Por lo tanto, el capital humano de una empresa es lo que la lleva a crecer y a diferenciarse en la competencia, desde el valor de los conocimientos. De ahí la importancia de las motivaciones, decisiones, opiniones, creencias y los saberes de cada uno.
Fidel Castro sentenció: “Donde la Revolución debe ser fuerte es en la conciencia de cada cubano”, al estar absolutamente convencido de su fortaleza para las decisiones de cada quien.
La conciencia revolucionaria será siempre una imagen en la cual pueda sentir el pueblo lo mejor de su espíritu revolucionario, de los valores morales para lograr un socialismo autóctono, próspero y sostenible, con cada vez más empoderamiento del pueblo.
Es substancial el estudio del fenómeno de la conciencia en las disciplinas científicas contemporáneas, sin subestimar la más mínima acción ni los detalles, porque realmente son complejos la existencia y el sentido de las emociones o cualidades de cada persona, para su efectividad.
Porque la conciencia emocional o empatía establece lo que es bueno o malo, desde las inquietudes fundamentales para el colectivo y la comunidad, hasta la propia familia, desde lo intrínseco.
En varios discursos del presidente Díaz-Canel hay una profunda reflexión: “Las revoluciones no terminan nunca, porque cada meta es un punto de partida… Sin renunciar al sueño de la prosperidad posible”; podemos reiterar que, para ello, el ser social es determinante.
Lo es porque su grado de conciencia decide su desempeño para la resistencia de máxima creatividad, desde lo ético-moral, más para los herederos de un “pueblo vencedor de imposibles”.
No en vano el Primer secretario del Comité Central insiste sobre la necesidad que tiene el Partido de “ser el catalizador más eficiente en nuestra transformación hacia adelante… desde lo ético”.
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