Masculinidades tóxicas ¡no!
- Por Liset Prego Díaz
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“Tienen que parar de ser un país de maricas”, ha dicho Bolsonaro a los brasileños, al parecer por tener miedo al contagio por COVID-19, asumir la vulnerabilidad y temer a la muerte. El término despectivo, la idea de que los homosexuales son todos unos cobardes, la identidad de género que se aleja de lo heteronormativo como ofensa, esa es realidad de tantos en el mundo y la forma que adopta la razón para el mandatario suramericano y muchos de sus seguidores. Clásico ejemplo de masculinidades tóxicas.
La celebración se estableció para destacar el rol de los hombres en sociedad, hablar de sus afecciones de salud frecuentes, para promover la igualdad y los modelos masculinos positivos.
Parece que la humanidad necesitara recordar las cosas que son importantes y por eso marcan en el calendario: Día de la infancia, Día del medioambiente, Día de la tierra, y así una extensa lista que pone el foco sobre un asunto por algunas horas y luego todo vuelve a la sombra. Pero este es un tema a abordar todo el año por lo que implica, sin importar si se es hombre o mujer.
Se habla de un número tres veces superior de varones que se suicidan en comparación con las mujeres que atentan contra su vida cada año. ¿Será porque, obligados a contener cuanto parezca emoción, que se traduce en debilidad o amaneramiento, ellos se encuentran sin recursos para enfrentar sus propias tristezas, angustias, su dolor?
También es común en muchos países una diferencia de entre cuatro y cinco años menos de esperanza de vida respecto a las féminas ¿Será que la cultura androcentrista les impone una presión desmesurada en el rol de protector, proveedor, infalible, valiente, conquistador, sostén del hogar?
No obstante, desintoxicarse pasa por entender y asumir como seres humanos, que los hombres sí lloran; sí se enferman, necesitan y deben ir al médico sin que se piense por ello que son blandengues o quejumbrosos; pueden vestir de cualquier color pues las orientaciones e identidades de género no vienen con tintes. Los hombres cargan al bebé, lo arrullan, friegan la loza y ven telenovelas; tienen miedo; no quieren tener sexo con cuanta mujer vean; no están obligados a ser los eternos seductores; pueden odiar los deportes y amar el ballet, ¿qué absurdo es el que impone detestar las artes solo por tus cromosomas? Pueden y precisan hablar de sus sentimientos.
Debe enseñárseles desde niños que la violencia no es la respuesta ante los conflictos, los pequeños también juegan con muñecas por la paternidad y maternidad son actos de corresponsabilidad y así se aprende.
En este punto ya es evidente que la inequidad no afecta únicamente a las mujeres, aunque se reconoce lo desventajoso de nuestra posición en sociedad por siglos de patriarcado y machismo.
La búsqueda del sano equilibrio, del empoderamiento y de los derechos para unos no debe implicar que se descuiden o violenten los derechos de los otros. Esa paridad ideal de oportunidades debe pasar por el reconocimiento de que también los hombres pueden ser víctimas, aunque algunos se hallen muy cómodos en el rol patriarcal, en someter, en dominar. Pero no todos los hombres son iguales ni tienen por qué serlo.
Sumarse a la celebración este 19 de noviembre implica, desterrar al tóxico de los espacios cotidianos, buscar el diálogo entre géneros, el respeto, la empatía y la coexistencia armónica que debe ser propósito de la vida en sociedad.
Como respuesta a este tipo de problemas sociales, desde finales del siglo pasado comenzó a celebrarse el Día Internacional del Hombre cada 19 de noviembre, una fecha que no se tiene en cuenta en todo el mundo, y posee detractores, entre ellos, los que asumen que se pretende un día análogo al de la mujer sin considerar que los hombres tienen todo el año para ellos.
La celebración se estableció para destacar el rol de los hombres en sociedad, hablar de sus afecciones de salud frecuentes, para promover la igualdad y los modelos masculinos positivos.
Parece que la humanidad necesitara recordar las cosas que son importantes y por eso marcan en el calendario: Día de la infancia, Día del medioambiente, Día de la tierra, y así una extensa lista que pone el foco sobre un asunto por algunas horas y luego todo vuelve a la sombra. Pero este es un tema a abordar todo el año por lo que implica, sin importar si se es hombre o mujer.
Se habla de un número tres veces superior de varones que se suicidan en comparación con las mujeres que atentan contra su vida cada año. ¿Será porque, obligados a contener cuanto parezca emoción, que se traduce en debilidad o amaneramiento, ellos se encuentran sin recursos para enfrentar sus propias tristezas, angustias, su dolor?
También es común en muchos países una diferencia de entre cuatro y cinco años menos de esperanza de vida respecto a las féminas ¿Será que la cultura androcentrista les impone una presión desmesurada en el rol de protector, proveedor, infalible, valiente, conquistador, sostén del hogar?
Algunos expertos hablan de nuevas masculinidades, pero los tóxicos continúan blandiendo espadas, enseñando músculos mientras visten impecable azul.
No obstante, desintoxicarse pasa por entender y asumir como seres humanos, que los hombres sí lloran; sí se enferman, necesitan y deben ir al médico sin que se piense por ello que son blandengues o quejumbrosos; pueden vestir de cualquier color pues las orientaciones e identidades de género no vienen con tintes. Los hombres cargan al bebé, lo arrullan, friegan la loza y ven telenovelas; tienen miedo; no quieren tener sexo con cuanta mujer vean; no están obligados a ser los eternos seductores; pueden odiar los deportes y amar el ballet, ¿qué absurdo es el que impone detestar las artes solo por tus cromosomas? Pueden y precisan hablar de sus sentimientos.
Debe enseñárseles desde niños que la violencia no es la respuesta ante los conflictos, los pequeños también juegan con muñecas por la paternidad y maternidad son actos de corresponsabilidad y así se aprende.
En este punto ya es evidente que la inequidad no afecta únicamente a las mujeres, aunque se reconoce lo desventajoso de nuestra posición en sociedad por siglos de patriarcado y machismo.
La búsqueda del sano equilibrio, del empoderamiento y de los derechos para unos no debe implicar que se descuiden o violenten los derechos de los otros. Esa paridad ideal de oportunidades debe pasar por el reconocimiento de que también los hombres pueden ser víctimas, aunque algunos se hallen muy cómodos en el rol patriarcal, en someter, en dominar. Pero no todos los hombres son iguales ni tienen por qué serlo.
Sumarse a la celebración este 19 de noviembre implica, desterrar al tóxico de los espacios cotidianos, buscar el diálogo entre géneros, el respeto, la empatía y la coexistencia armónica que debe ser propósito de la vida en sociedad.
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