Revolución siempre joven
- Por Rodobaldo Martínez Pérez
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La Revolución hay que renovarla todos los días, desde sus principios fundacionales, en floreciente rejuvenecer, para jamás perder su entusiasmo.
Nuestra heterogénea sociedad necesita, cada vez, más participación popular en las tomas de decisiones, en un constante análisis crítico de la realidad, correcto uso de la autocrítica, diálogo, total muestra de preocupación por las soluciones de los problemas de la gente, lejos de complacencias, con una comunicación eficaz para derrotar mejor, cada día, el objetivo supremo del imperio de destruirnos.
Una Revolución puede ser reversible y hay ejemplo en la historia, sino no es capaz de reverdecer con cada salida del Sol, de ahí la absoluta vigencia del concepto de Revolución, de Fidel.
Las esencias fundadoras, las verdades trascendentales de “Los humilde, por los humildes y para los humildes” que conmovieron a la nación en 1959, requieren de constante actualización desde la exigencia de cambiar todo lo cambiable, con la perspectiva de asumir nuestro socialismo como proceso que anula y supera siempre lo negativo en la constante transformación de la obra social, promoviendo mayor atención a sectores vulnerables, a los barrios y a quienes más necesiten.
La actual lucha por la sobrevivencia, en esta compleja situación, incluye la insoslayable exigencia de defender los valores asumidos, sin importar el precio a pagar.
La Revolución Cubana corrobora cómo el acompañamiento popular que exhibe se debe, fundamentalmente, al hecho de que jamás miente, valiosísimo principio ético, que cada vez tiene mayor trascendencia, con más capacidad para escuchar ideas nuevas y ser valientes en transformar y cambiar.
Hay que mantener la impronta juvenil en sus protagonistas, estar siempre vigilantes, alertar oportunamente, para quitar malignos obstáculos y dejar bien claro a dónde se quiere llegar, en la adaptación de contextos a la actual realidad y es tan importante por las características de los complejos procesos de desarrollo socio-económicos actuales, frente a la maquinaria de desinformación enemiga.
Hay que obrar dialécticamente, con el apoyo siempre en las masas, estar en contacto con el popular poder, que se consolida mediante ejemplo personal, con políticas que cada vez más consoliden nuestra ideología, desde el materialismo dialéctico e histórico, ser flexibles, renovadores , creadores en todos los momentos en que siempre es la hora de más unidad, pero hoy es más urgente.
Cómo defender la vida es la batalla más urgente en nuestra nación necesitamos ese despegue económico, con la mayor soberanía en todos los preceptos para que siempre Viva Cuba Libre, con orden, decencia, honor, patriotismo, trabajo y disciplina desde nuestros anhelos, para enfrentar y resolver todos los problemas actuales, incluso lo que duelen por culpa de nosotros mismos.
Como nos enseñó Fidel: “La Revolución es, antes que todo, ese anhelo de hacer el bien a todos los seres humanos; el anhelo de hacer el bien al pueblo, el anhelo de hacer el bien, siempre el bien, nunca el mal”.
Por eso necesitamos borrar las semillas de la maldad, las desigualdades, odio, deshonor, violencia, indisciplinas sociales, corrupción, robo y que predomine en nuestra sociedad lo ético- moral en nuestras honorables calles y ciudades, como defiende Silvio Rodríguez: “Solo el amor convierte en milagro el barro/ Sólo el amor alumbra lo que perdura”.
Nuestra decisión es perpetuamente luchar, luchar y luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba, que solo patrocina el amor y para el mundo, como reflejo del empeño sostenido por construir la dignidad, la equidad y la felicidad para todas las personas del Universo.
En estos tiempos, cada vez más enredados, es una cualidad fundamental para el revolucionario cabal, trabajar todas las horas por la resistencia creativa, para acabar de arrancarle ese pedacito al problema, para dignificar el honor con un interés siempre renovado, creciente y fresco, cuando cada día el concepto del sacrificio adquiere nuevas modalidades para lograr la prosperidad de este país en que nos toca vivir.
Nuestra originalidad está obligada a ser tan grande como la maldad del gigante de las siete leguas. Estamos desafiados a ser excepcionales en la capacidad de resistir, crear y eso hay que demostrarlo en la práctica cada día como insta el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba: “de la revisión profunda de nuestros métodos y estilos de trabajo que chocan con la voluntad de servicio al pueblo, por la burocracia, las trabas y la insensibilidad de algunos que tanto dañan.”
Así ha sido desde los orígenes de la nación cubana; así ha resistido en estos 65 años la invicta Revolución Cubana y así necesitamos desbrozar el futuro, como la caballería del Mayor Agramonte.
Como reitera el compañero Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba: “Solo podremos tener más si creamos más. Lograremos lo que nos propongamos empujando todos juntos la obra… ¡Vamos a ponerle corazón a la obra común, un corazón del tamaño de nuestras dificultades! ¡Juntos podemos!”.
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